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Ante el inicio del final de año, son muchos los estudiantes y las profesionales que entran en una etapa de mucho estrés debido a la cantidad de trabajo que se avecina. En algunos casos, estos episodios desembocan en corajes que pudieran impactar tanto la salud mental como la física.
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Por esta razón, para el psicólogo Rodolfo Fernández, experto en el manejo del coraje, es preciso identificar a tiempo la diversidad de activadores de coraje para prevenir momentos incómodos que pudieran afectar a otras personas.
En este caso, según el experto, se debe autoevaluar la forma en que reaccionamos al momento de enfrentar un disgusto.
“Cuando hablamos de coraje hay dos vertientes. Una en la que la persona pasa por cierta molestia pero sabe canalizarla. La segunda es cuando una persona tiene razón para molestarse, pero en el momento de exteriorizarlo la manera de decirlo podría complicar la situación”, explica Fernández.
En ambos casos, las personas deben observar ciertas reacciones físicas que pudieran alertar sobre una reacción de coraje. Por ejemplo, Fernández señala el tono de voz, ciertos ademanes con los brazos e incluso sentir el pulso acelerado como ciertas alertas en las que se deben tomar cartas en el asunto.
No obstante, aunque existen múltiples recomendaciones para enfrentar estos procesos, como prácticas de respiración, contar de 1 a 10 o simplemente ignorar lo ocurrido, hay ocasiones en las que se requiere una intervención clínica para reconocer los activadores.
“Desde este perspectiva clínica se busca reconocer si las acciones de una persona se mantienen en un promedio. Se sabe que el coraje no tiene voluntad propia, por lo que, en mi caso, hago una evaluación para determinar el nivel de coraje en el que está la persona y de ahí crear un plan para trabajar con esta emoción”, detalla.
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