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En un modesto zoológico entre las pequeñas jaulas de búhos, cobayos y mapaches, la elefanta más vieja de Japón está de pie en un encierro de concreto casi del tamaño de media cancha de basquetbol. Bebe agua azucarada de una cubeta y mastica plátanos con el último diente que le queda mientras se debate el lugar en donde deberá vivir sus últimos años.
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Un regalo del gobierno tailandés en 1949, Hanako, que significa en japonés “niña flor”, vive en el zoológico desde que tiene 2 años y sus 69 años actuales son el promedio de vida de los elefantes asiáticos en cautiverio.
Una petición por internet pide que sea trasladada a un santuario tailandés, para que viva en un hábitat natural y verde, en donde pueda pasear con elefantes en manada, no sola en un encierro de concreto con una pequeña piscina que casi nunca usa y una construcción cercana para que pase la noche. “Denle una vida verdadera o envíenla a un santuario”, dice la petición que ya recaudó decenas de miles de firmas con el objetivo de presentarlas al zoológico en los suburbios de Tokio y al gobierno japonés.
El Parque Zoológico Inokashira reconoce que no está equipado para tener un elefante. Hanako será la última, dijo el vicedirector y conservador general Hidemasa Hori.
Pero Hori insistió que el zoológico sabe mejor cómo cuidarla. A la avejentada elefanta no le gustan los cambios y cree que no debe ser trasladada. “Es demasiado tarde para Hanako”, dijo Hori.
Una visitante canadiense cuyos blogs inspiraron la petición, dice que la visión japonesa sobre el bienestar animal en los zoológicos está rezagada del movimiento mundial de simular el ambiente natural del animal. Ulara Nakagawa, residente de Vancouver, se quedó impactada de ver a Hanako. “Siempre he sentido una poderosa conexión con los elefantes”, dijo en entrevista telefónica. “Mi obra con Hanako es sólo una pequeña acción de lo que intento hacer”.