El 4 de diciembre de 1997 en el Stade Velodrome de Marsella. Sepp Blatter, se realizó el sorteo de la Copa del Mundo que se celebraría en Francia unos meses después. El espectáculo estaba apañado para que Francia y Brasil, las dos grandes favoritas, se evitaran hasta la final, pero lo que no se solventó fue el choque de dos gigantes; no futbolísticas, sino políticas.
PUBLICIDAD
Hacia el final del sorteo, Blatter sacó primero el nombre de Irán y luego la bola con el grupo 4. El cuarteto quedó conformado por Alemania, Yugoslavia, Irán y Estados Unidos. El partido entre estos dos últimos sería el más importante de todos, por los antecedentes políticos entre ambas naciones.
Iba a ser su primer enfrentamiento en una Copa del Mundo y el traslado al deporte de las tensiones existentes entre estas dos naciones, en escalada desde finales de la década de 1970. En 1979, el derrocamiento de la dinastía Pahlavi y la consecuente revolución iraní deterioró las relaciones entre Irán y Estados Unidos, por el apoyo de este último al exiliado Mohammad Reza Pahlavi, Shah (monarca) de Irán, pero el punto de fricción definitivo fue la crisis de los rehenes de 1979, cuando estudiantes militarizados iraníes tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán y apresaron allí a 52 estadounidenses durante 444 días.
Por esto, aquel Irán-Estados Unidos disputado en el Estadio de Gerland (Lyon), un 21 de junio de 1998, fue el partido más político de la historia de los Mundiales.
No hizo falta ni que pitara el árbitro para que la preocupación en torno a lo que ocurriría esa noche aumentara a niveles pocas veces visto en un torneo de esta magnitud. Había dudas entre la policía, por la amenaza que hasta 7 mil simpatizantes de un grupo terrorista entrasen en el estadio, que hubiera una invasión de campo y que hubiese pancartas en favor del terrorismo.
Estados Unidos – Irán
Incluso hubo críticas a un canal de televisión francés por intentar caldear los ánimos al televisar la película “No sin mi hija”, en la que una madre intenta huir de Irán ante la negativa de su esposo.
PUBLICIDAD
También llegaron presiones desde Irán, donde el máximo mandatario, Mohammad Khatami llamó a sus jugadores para impedirles salir detrás que Estados Unidos en el pasillo inicial. El protocolo FIFA, al ser Irán local, así lo procuraba.
Pero los jugadores llegaron a un acuerdo. Saldrían juntos al campo. Mucho de los futbolistas de aquellas camadas eran muy jóvenes para entender el contexto político en el que fluía aquel partido y optaron, en lugar de recrudecer las relaciones, por tender la mano al contrario. Mientras todos esperaban un incendio en Lyon, los jugadores demostraron que el deporte une, no al revés.
Aparecieron juntos en Gerland, cada uno por su lado, pero juntos. Los futbolistas de Irán, vestidos de rojo, portaron cada uno un ramo de rosas, símbolo de paz en Irán, y después de escuchar los himnos, produjeron una imagen para la historia. Estadounidenses e iraníes se juntaron para la foto de equipo. No hubo foto por separado, solo una abrazados. El mejor ejemplo posible.
En lo deportivo, Irán ganó el partido, una victoria intrascendente, porque ninguna de las selecciones avanzó, pero de una fuerza tremenda para los iraníes, que reivindicaron de esa forma las más de 500.000 víctimas que costó a Irán la guerra contra Irak, en la que Estados Unidos financió y apoyó a sus rivales.
La historia se vuelve a repetir en 2022
Este martes, la historia se repite en Qatar, en un clima de mayor paz para Estados Unidos, pero no para Irán, que en este Mundial convive con las protestas en su país por la violación de los derechos humanos de las mujeres, a raíz del asesinato de Mahsa Amini, por llevar mal colocado el velo.
Ambas selecciones dependen de sí mismas para estar en octavos. Una victoria les daría el pase y el empate podría valer a Irán siempre y cuando Gales no venza a Inglaterra.