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La realidad ha superado en extremo a la ficción…
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El italiano Alexander Boettcher es señalado como el “Christian Grey” de carne y hueso, que hasta hace poco vivía en un palacio, es guapo y un millonario empresario conocido entre la élite de su país.
Como en la historia de E.L James, el dinero le sobra a Boettcher, pero al igual que Grey, tiene malos recuerdos de su infancia. A los seis años su padre lo abandonó y esa situación hizo que Alexander intentara suicidarse a los 14.
Desde entonces desarrolló un gusto peligroso y particular: la práctica del sadomasoquismo.
Pese a estar casado con la ucraniana Gorona Bulog, Boettcher hizo a Martina Levajo, de 23 años, su esclava sexual, a la cual obligaba a llamarlo “El Rey”.
Sin embargo Martina y Alexander tendrán que pasar 14 años en prisión, después de que su relación sobrepasó los límites.
La pareja le desfiguró el rostro de Pietro Barbini, uno de los exnovios de ella, debido a que le rociaron ácido. Pero esta agresión no es la única que cometieron, también rociaron ácido sobre la cara de Stefano Savi, un estudiante que tuvo que ser hospitalizado por 3 meses y que necesitó un tratamiento de células madre.
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Supuestamente su objetivo era el fotógrafo de moda Giuluano Carparelli, que en una ocasión besó a Martina en un club nocturno.
Mientras Martina le juraba fidelidad, Alexander seguía teniendo múltiples parejas y nunca dejó a su esposa, pues él creía que los hombres sí pueden hacerlo pero las mujeres tienen que ser puras.
Una habitación repleta de objetos sadomasoquistas fue encontrada en el palacio de Alexander luego de que la policía lo arrestara. En el lugar hallaron látigos, esposas, cuchillos de combate, ácido, bisturís y cloroformo.
Cuando uno de los policías cuestionó a Boettcher por qué tenía un bisturí, el millonario respondió: “Algunas chicas me preguntan si les puedo tallar mi inicial en su cuerpo. ¿Es un crimen?”
Una vez detenidos, Alexander quiso deslindarse de los ataques con ácido a las parejas de Martina, por su parte, ella insistió que el millonario era inocente, una señal más de su devoción y sumisión a él.
Lo peor del caso es que acaban de convertirse en padres de un niño que será llevado a un centro de adopción.
