Manolo Caro hasta ahora es conocido en Latinoamérica por ser el creador de la exitosa serie de Netflix, “La casa de las flores”, donde reditúa la telenovela para hacerla un producto sofisticado, con personajes de múltiples facetas y con dinámicas que ya alcanzan lo viral (como el #PaulinaDeLaMoraChallenge). Pero en su país, con películas como “La vida inmoral de la pareja ideal” (2016) o “No sé si cortarme las venas o dejármelas largas” (2013), es conocido por trasladar todos esos elementos dramáticos que han hecho de Latinoamérica una potencia en telenovelas, al lenguaje millennial, de una forma sofisticada, cuidada, ligera, pero sin caer en el cliché.
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Por esto,y en el marco de la cuarta edición del festival Smartfilms, realizado en Colombia, Caro habló con Publinews Internacional sobre todo lo que lo inspiró a crear el fascinante universo de “La casa de las Flores” y qué hubo tras su concepción.
Una crítica que se le hizo a “La casa de las flores” es que el “myrreinato” (todo lo que concierne a los ‘mirreyes’, jóvenes ricos, ostentosos y malcriados en México), era el único relato que se contaba de México. Que desde “Nosotros los nobles” todo iba por ese lado y que producciones como el biopic de Luis Miguel probaban el punto. ¿Tú qué piensas de esto?
Yo creo que “La casa de las flores” no es una serie que fundamentalmente esté hablando de este fenómeno. Lo plantea uno de los personajes principales pero no es el motor con el que hemos querido basar la serie. Creo que es una crítica que por algo sucede, hay productos exitosos basados en eso, pero la serie nunca fue creada con base en eso. Es una serie que habla de la familia. Y creo que ha sido muy exitosa, porque a pesar de que esta sea millonaria, de la colonia Las Lomas (una de las más ricas de Ciudad de México), los temas son actuales y cercanos, que pueden ocurrir en cualquier esfera.
¿Qué influencias televisivas y estéticas vemos para la construcción de la serie? Veo un poco de ‘Desperate Housewives’ combinado con telenovela clásica pero no a lo “Maldita Lisiada”. De hecho, es elegante.
¡Muchas gracias por lo de elegante! (Risas) Lo primero que hay que hacer es reconocer que la telenovela le ha aportado mucho a la dramaturgia, al drama mexicano y latinoamericano. Soy muy admirador de lo que se hizo en los años 80 y 90. Hay que reconocerle a la telenovela y al melodrama su impacto. Pero cuando dices que vas a hacerlo, se piensa en un producto de mala calidad. Hay melodramas de los que yo soy completamente fanático. Ahí radicó el éxito de la serie y el fenómeno de la serie, el fenómeno social, el boca a boca. La gente se reconocía en algo que nos había dado tantos aplausos y tanta visibilidad en el mundo. Pero creo que hay que actualizarla con temas, con lenguaje, con narrativa, con producción, con estética, con diseño. Y obviamente ahí cae la influencia de series americanas y ver ese formato. También hay influencias como Almodóvar y Woody Allen. Directores que hablan más de las emociones y motivaciones del personaje que de la estructura que hay alrededor.
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¿Cómo se condensaron de manera tan aguda referencias sociales que pasan en la sociedad mexicana? Me refiero a lo que pasa con Julián y su video (#LordDámeloTodo) o la referencia racista hacia los afroamericanos en México cuando comparan al novio de Elena con Kalimba, por ejemplo.
Justo creo que no hay que tenerle miedo. Creo que lo más importante es divertirnos y darnos cuenta de que lo que nosotros hacemos es ficción y que en esta pueden pasar muchas cosas. Que uno no debe ser previsible, pero sí osado y bordear los temas con respeto para que la gente la pase bien. A mí nunca me ha gustado pensar que ando provocando por provocar. Pienso que las historias que cuento a lo mejor son incómodas, pero también son divertidas, porque me gusta reírme de lo que hago.
¿Cómo fue la construcción de los personajes? Muchos amaron los pequeños detalles y el lado oscuro de personajes como Paulina, Virginia, etc.
Es un trabajo que también se hace con el actor de enriquecer y de darles a los personajes una vista bidimensional. No pensar que la gente quiere solo claros u oscuros, o que los personajes son malos o buenos. La gente tiene ganas de enfrentarse a personajes humanos. En un capítulo, a lo mejor, son muy hijos de puta, en otro son muy honestos, en otro son muy dadores de amor, y vemos un proceso en en el que también se muestra cómo nosotros tenemos buenos y malos días y tomamos buenas y malas decisiones.
También hay muchas referencias en la esencia del mundo pop, gay, drag y cabaret mexicano. Vemos igual a grandes divas mexicanas, como Yuri y Gloria Trevi.¿Cómo fue depurar eso?
Viéndolo como lo vivimos en México. Los cabarets existen cada ciertas cuadras, en ciertas colonias. Y ver a esas divas era una manera de homenajearlas y a una época. Y eso me emociona mucho: pensar que ver a una Yuri, Gloria Trevi, Paulina Rubio, es una manera de ser muy pop, pero también habla de un fenómeno cultural que permeó a nuestro país.
Otro gran elemento de la serie es la construcción del vestuario, exteriores. ¿Cómo lo construiste?
Soy arquitecto de profesión. En mi estudio he encontrado mucho de este universo que he manejado en la serie, en películas y tiene que ver mucho con el diseño de producción como tal y verlo como algo global. Yo construyo todo como parte de la narrativa, la música, la ropa. Si te das cuenta, “La casa de las flores” y todo lo que está tras los actores es neo-barroco y muy cargados, pero los sectores están en colores muy arquitectónicos y simétricos.
¿Pensaste en el comienzo en Virginia como Verónica Castro o hubo otra opción antes?
Siempre tenía muchas ganas, me apetecía trabajar con alguien como Verónica, que marcó toda una época en nuestro país y tuve la oportunidad de que me dijera que sí y ha sido una de las mejores cosas que me han pasado en mi carrera.
¿Cuál es tu personaje favorito?
Paulina de la Mora, definitivamente.