En mayo de 2016, cuando la lluvia en las montañas de Camotán, Chiquimula, era tan esperada y escasa como un plato de comida en las casas de las familias pobres del área rural, nacía María Raquel, una de las nuevas habitantes del caserío La Travesía, aldea Shalaguá, para comenzar su historia de sobrevivencia.
María Raquel nació en un país donde quienes fueron electos como presidente y vicepresidenta de la República para el periodo 2012-2016 están en la cárcel por señalamientos de corrupción. Lo mismo ocurrió con algunos de sus ministros de Estado y hasta con un exjefe del organismo Legislativo. La sombra de la corruptela también alcanzó a dos magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
El primer enemigo que tuvo que enfrentar la bebé fue la mala nutrición de su madre, Nora García, una mujer de unos 40 años, a quien la mal nutrición se le nota en los pómulos resaltados y los ojos un tanto hundidos. Durante el embarazo, sufrió la consecuencia de la falta de alimentos por la canícula prolongada y los pocos ingresos económicos de su esposo, Antonio, del mismo apellido.
Desnutrición en el país
Las estadísticas de desnutrición aguda no son alentadoras para Guatemala. Según el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria Nutricional, hasta el 6 de agosto 2016 habían muerto 54 menores de 5 años por desnutrición aguda.
Aunque los efectos del fenómeno de “El Niño” parecen ser más benévolos en esa parte del corredor seco de Guatemala en 2016, el año pasado la embestida de la falta de agua caída del cielo no tuvo piedad.
A pocos días de comenzar la segunda parte de la temporada lluviosa en Guatemala, que es a partir de la quincena de agosto, según el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), las montañas donde está enclavada la aldea Shalaguá se observan verdes, pero ni así son atractivas para ser acariciadas por el agua pluvial. Durante el verano el panorama es distinto, aseguran los habitantes. Lo verde se ve de color café o amarillento y lo único que crece es la duda de si se podrá sembrar y cosechar.
El salvavidas de Jocotán
Cuando se menciona a Camotán y Jocotán es difícil no asociarlos con el repunte de hambre estacional que hubo en 2001, que colocó a los más necesitados del área rural en los titulares de prensa y en discursos de los funcionarios.
Juan Manuel Mejía es médico del Centro de Recuperación Nutricional (CRN) de Jocotán, donde se atiende a los niños y a las madres referidos desde los caseríos y las aldeas por los encargados de puestos de salud, como Dimas Monroy, de Shalaguá. El CRN recibe a menores con desnutrición aguda, unos con moderada y otros con severa, las 24 horas. Cuenta con ambulancia para atender casos de emergencias en sitios de difícil acceso provenientes del área rural de Jocotán, Camotán y San Juan Ermita.
De enero a julio de este año recibieron 45 pacientes, de los que 30 son niñas. Del total, 19 presentaron desnutrición moderada y nueve severa, ninguno con marasmo, ocho con Kwashiorkor, cinco con mixto y cuatro con bajo peso. Julio fue el mes con más casos, reportándose 14, seguido por enero con ocho. En 2014 la cifra total ascendió a 142, mientras que el año pasado hubo 85.
La realidad de María Raquel La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2014) revela que el 59.3 por ciento de la población guatemalteca vive en pobreza. La pobreza extrema llega ahora a 23.4 en el denominado “país de la eterna primavera” y el tercer lugar de esa clasificación lo ocupa Chiquimula, “la perla de oriente”. Antonio tiene la responsabilidad de conseguir los alimentos de su familia. Para lograr ese objetivo la única alternativa que tiene es la agricultura, ya sea en la siembra y cosecha para su consumo o ser parte de las cuadrillas que viajan a fincas de café en Honduras, donde gana entre Q40 a Q50 al día. En esa actividad al extranjero le acompaña su segundo hijo, un joven que está próximo a llegar a la mayoría de edad. “Con la agricultura no salimos de donde estamos”, dice Antonio, un hombre que no llega a los 1.60 metros de estatura, con ojos un poco hundidos, bigote negro, escasas canas, con las venas de sus brazos y manos resaltadas. Dimas de Jesús Monroy Guerra, encargado del puesto de salud de la aldea Shalaguá, explica que la mayoría de casos de desnutrición se da en los caseríos por problemas como la falta de agua y alimento. La recomendación hizo a la familia María Raquel es que sea llevada junto a la madre Centro de Recuperación Nutricional, en Jocotán, pero el padre, aunque consciente del problema, dice que no tiene quién cuide al resto de niños y atienda la casa. El CRN de Jocotán tiene capacidad para 15 pacientes. Cada uno es atendido durante unos 25 días hasta que mejore en talla y peso. A las madres se les permite estar en el centro y algunas aumentan hasta 10 libras de peso, ya que también reciben alimentación.
“La cosecha va a estar difícil”, confirma el presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) de El Matasano, Juan Jerónimo Súchite. “Ya no nos quedaron aquellas ganas de sembrar, a veces se pierde la confianza hasta en Dios”, refiere el líder local al explicar que desde hace 4 años ha sido difícil lograr una buena cosecha por la irregularidad en la lluvia.
Chiquimula debe ser priorizado
El titular de la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan), German González, dijo que 46.5 por ciento de menores de 5 años sufre de desnutrición crónica en Guatemala y la cifra se eleva hasta el 60 por ciento en Chiquimula, por lo que considera necesario que ese departamento sea priorizado antes que otros para implementar políticas de alimentación y nutrición.
En cuanto a las estadísticas de menores de 5 años fallecidos por desnutrición aguda, explicó que hasta el 6 de agosto de este año habían 54, que son 12 menos que en el mismo periodo de 2015.
En cuanto a las medidas que se toman actualmente, explicó que el Ministerio de Salud hace barridos para evitar muertes por desnutrición aguda, además de la coordinación de asistencia humanitaria con alimentos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, con el apoyo internacional del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La vida y la muerte continúan
Antes de la quincena de agosto, los vecinos de María Raquel, en el caserío La Travesía, aldea Shalaguá, Camotán, confiaban en que las condiciones de la lluvia mejoraran, para dar esperanza a lo rescatable de su cosecha, o recibir el beneficio de un programa de gobierno para que el impacto del hambre estacional fuera menor en este año.
El caso es similar para el resto de los pobres rurales que habitan el corredor seco en El Progreso, Zacapa, Chiquimula, Jalapa, Jutiapa, Santa Rosa y Baja Verapaz, que tan solo es una parte del corredor seco centroamericano que se extiende por Centroamérica.
Nora sigue sentada mientras María Raquel hace su mejor intento por alimentarse del pecho. Pasa el brazo derecho debajo de su hija, para que no pierda su postura de amamantar, la cubre con una frazada de color blanco, mientras eleva un poco la mano izquierda para recostar su cabeza y fijar la mirada en un punto perdido, a la espera de los desenlaces por los que ha pasado antes: ver cómo sobrevive un hijo o verlo fallecer.