Era el 20 de octubre de 1978. Decenas de personas habían escuchado el discurso del líder estudiantil Oliverio Castañeda de León, quien a sus 23 años de edad era el secretario general de la Asociación de Estudiantes Universitario (AEU) de la Universidad de San Carlos de Guatemala, y esperaban a que bajara del escenario del Parque Centenario (Concha acústica) en la zona 1.
Entre la multitud se encontraba Marta Polanco, quien tenía 54 años de edad. Ella había logrado estar en el grupo que subió a la Concha Acústica tras participar en la marcha conmemorativa del 34 aniversario de la Revolución de 1944. Mientras ese momento llegaba, bajó a sentarse en una de las bancas del parque.
En marzo de 1978 había asumido el poder el general Romeo Lucas García cuyo ministro de Gobernación era Donaldo Álvarez Ruiz, señalados de crímenes atroces durante esa época del conflicto armado interno en Guatemala.
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Marta observó uno de los vehículos que distinguían a los integrantes de ciertos grupos de represión del gobierno de ese entonces. Junto a ella se sentó una mujer quien le dijo: “¡ay Dios! a saber a quien se van a venir a socorrer”, haciendo referencia a un posible crimen que ocurriría, sin tener idea lo que verían minutos después.
Dos hombres se sentaron junto a ellas. También esperaban acercase lo más posible a Oliverio Castañeda de León, aunque no por admiración.
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“Veníamos detrás de él cuando se escuchó la ametralladora” recuerda Marta mientras observa con nostalgia la placa conmemorativa en el ingreso al Pasaje Rubio, cerca de la esquina de la Sexta Avenida y 8ª. Calle de la zona 1, en la marcha de este jueves 20 de octubre de 2016.
Luego de los disparos todos corrieron. “¡Véngase señora porque allí está la balacera!” le dijo uno de los manifestantes de ese día de 1978.
Su curiosidad le ayudó a vencer el miedo y se acercó a ver lo ocurrido. En el suelo yacía ensangrentado el líder universitario. “Sus compañeros que venían con él lo jalaron de la media calle hasta aquí”, recuerda señalando el Pasaje Rubio.
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“Lloraban y gritaban los muchachos” recuerda Marta, 38 años, mientras sostiene un clavel rojo.
“Allá está Dios que me juzga, yo hablo lo que miro” dice la anciana de 92 años de edad mientras relata su versión de lo ocurrido tras el último discurso de Oliverio Castañeda de León, de quien la historia recoge una frase que se ha vuelto consigna durante los años: “Ellos pueden matar a nuestros dirigentes, pero mientras haya pueblo, habrá revolución”.