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Angie Albizu: “Los que decidimos vivir en Guatemala llegamos a amar esta tierra”

Recién terminó el mes en que se celebra el Día contra el cáncer de mama, en el que instituciones y fundaciones aprovechan para presentar proyectos de concienciación acerca de esta enfermedad, sobre todo, de la importancia de la detección temprana.

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Angie Albizu dedica sus días a compartir su experiencia como sobreviviente de esta enfermedad y a dar charlas con su fundación, VIVAS con Propósito, acerca de este tema. “Siento que estoy viviendo mi propósito”, expresa Angie.

“El mensaje que damos es que sí se puede luchar y ganar esa batalla, y que detección temprana es más importante de lo que parece”, añade.

Publinews conversó con ella acerca de cómo llegó a Guatemala, su batalla contra el cáncer de mama y sus altibajos durante este proceso.

Angie, ¿cómo llegaste a Guatemala?

Wendy Morataya Foto:

La primera vez que vine al país fue hace 13 años, para conducir una entrega de premios. En ese viaje conocí a quien sería mi esposo dos años más tarde. Empezó todo como “qué lindo el guatemalteco y la argentina”. Fue una linda relación de amistad.

Después, él comenzó a armar un proyecto para llamarme de regreso. Como era dueño de una productora, comenzó a preproducir un reality show. Nos comunicamos y me dijo que regresara durante seis meses que duraría el contrato.

Renuncié a mis trabajos de televisión y radio en Argentina, y me vine. Al mes se cayó el proyecto y nunca pudo salir.

Empecé a buscar trabajo. Al mes me di cuenta de que me quedaría con él para siempre. Siempre me gustó el país. Los que decidimos vivir en Guatemala, llegamos a amar esta tierra.

Comencé a trabajar en Emisoras Unidas. Fueron mis primeros pasos de comunicadora en Guatemala. En esa etapa comencé a darme a conocer en el país. Después trabajé en televisión.

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Wendy Morataya Foto:

Y acerca de cuando tuviste cáncer de mama, ¿cómo comenzó todo?

Tuve dos diagnósticos. El primero lo obtuve en 2013. Siempre he sido una mujer muy activa. Mi vida estaba en la cúspide. Esto lo enfatizo porque las personas esperan sentir algo dañino, pero no es así. Me sentía sana, tenía negocios propios y cuidaba a mis tres hijos.

Realmente, se puede decir que era una persona que tenía bajo control todo lo que me rodeaba. Cuando viene el primer diagnóstico, fue después de que mi bebé me dio una patada en uno de mis senos, y comencé a revisarme.

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Palpé la parte de abajo del seno y sentí algo raro. Dios mandó a mi bebé para que me golpeara y reaccionara. Ahí entendí que la detección temprana es fundamental, igual que el autoexamen.

Uno siempre tiene en la mente de que eso no le pasará, así que uno no se palpa con esa conciencia. No hay que confiarse.

Wendy Morataya Foto:

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¿Acudiste a un oncólogo?

Al principio no. Fui con el ginecólogo y fueron ocho meses de búsqueda de diagnóstico. No fue rápido en mi caso. Me hicieron una mastectomía radical y me dijeron que como estaba “in situ” no necesitaba quimioterapia.

Me hice la reconstrucción y con uno de los chequeos con el cirujano plástico detectaron otra bolita que en realidad era un ganglio inflamado debajo de la axila.

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Fui con el oncólogo por primera vez, cuando tuve que haber ido meses antes. En mis charlas les digo a las mujeres que vayan con el especialista si encuentran algo, que no esperen.

El oncólogo, con solo palparme los senos, me dijo que tenía cáncer. Esa fue una noticia devastadora, porque no podía entender cómo había pasado eso. ¿Cómo se les había escapado? Eso ya no importaba. Si uno quiere detenerse a encontrar culpables, lo encontrarás, pero ya qué importaba.

Wendy Morataya Foto:

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Necesitábamos hacer un PET scan, y en Guatemala, aunque estaba la máquina, necesitaba un radioactivo para las venas pero estaba detenido en la Aduana y se vencía. Viajé a EE. UU. y ahí me detectaron el nombre y apellido del cáncer, y dónde estaba localizado.

Estaba regado en muchos lugares y órganos vitales, lo que indicaba un mal diagnóstico. Tenía 37 años recién cumplidos. La edad que tenía era muy corta, lo que hacía que fuera más agresivo. La doctora me avisó que si la proteína salía positiva, tenía dos años de vida, y si no, pues sería un poco más.

Esas palabras sonaron como si yo estuviera en una burbuja. Ya mi mente se había ido y volaba con la idea que moriría. Salir del diagnóstico es lo más difícil del proceso. Salir del diagnóstico significa que el cuerpo, la mente y el espíritu no se pongan de acuerdo con la muerte.

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Debemos ponernos de acuerdo con la vida.

¿Esto lo relatas en tus charlas?

En las conferencias les digo que todos los días son especiales y que debemos dejar una huella.

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Así que, sin saber si las medicinas darían resultado, confié en Dios. Le pedí que si esos serían mis últimos días, que fueran lindos y que les dejara lo mejor de mí a mis hijos, y dejar de lado ser una mujer deprimida.

La actitud que le puse a la enfermedad me ayudó. “Vamos a pelear”, me dije. Me costó mucho entender que eso estaba adentro de mi cuerpo. Me veía sana y activa. No creía que esa mugre estaba adentro de mi cuerpo.

Las mujeres que sobrevivimos y salimos adelante, y se atreven a contar esta historia, sirven para alentar a quienes están pasando este proceso. La familia y los amigos positivos son fundamentales.

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Las amistades que lloran la angustia debemos dejarlos de lado un rato, porque necesitas que te tiren esa buena energía, positiva, para salir adelante.

Imagino que el proceso es difícil

El proceso no es fácil. Es un camino que tiene una puerta de entrada que tiene el nombre de diagnóstico, y no se sabe dónde estará la puerta de salida. Hasta el día de hoy, sigo recibiendo un tratamiento cada 21 días, que son monoclonales, y hace dos años que salí.

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Estoy limpia, porque cada 6 meses me hago un PET scan y sale impecable, pero los doctores no se atreven a sacarme la medicina. Entonces uno puede pensar que uno es esclavo de esto. En mi caso, al contrario. Elijo ser libre.

Creo que la detección temprana salva vida. Quizás, si hubiera aprendido a chequearme, y eso que no creo en los “quizás”, hubiera detectado esa bolita en el seno y el especialista lo habría tratado.
También es detestable la gente que lo ve a uno con cara de “pobre, se morirá”. Las que se van, no perdieron la batalla contra el cáncer. Eso hay que entenderlo. No es porque una vive, entonces gana. Es un gigante muy duro de vencer. A veces, el propósito no era estar vivo, sino irse, y está todo bien.

¿Qué fue lo más duro que viviste durante esa etapa? Muchas mujeres dicen que la caída del pelo es devastadora.

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En mi caso, no fue el pelo. Soy muy desprendida de todo eso. El día que me cortaron el pelo, le dije a mi esposo que iba a hacer de cuenta de que Hollywood me contrató para un papel espectacular en el que debía cortarme el pelo. Me reí mucho. No usé pelucas porque me picaba. Lo que sí usé fue turbantes de colores.

Creo que la quimioterapia produce un efecto en el cuerpo muy fuerte, sobre todo cuando uno es joven y activo. Me sentí como atrapada por ratos. Me sentí como las personas que tienen dificultades físicas para moverse, porque terminaba rendida después de subir tres escalones en mi casa. Era agotador.

Fue difícil entender lo que sucedía en mi cuerpo y que era producto de los químicos. Pero no me tiré en la cama 15 días, solo por ratos, recuperaba el aliento y de vuelta para arriba. Creo que eso ayudó a una recuperación más rápida.

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Trabajo social – Fundación

Angie Albizu creo la fundación VIVAS con Propósito cuyo objetivo es apoyar a las mujeres que pasan difíciles procesos de vida. Para más información entra en su Facebook o escribe a angiealbizu@gmail.com.

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