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Zoológicos: ¿Crueldad animal hecha entretenimiento?


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Nunca antes tantas tragedias en zoológicos habían sucedido tan seguido ni habían sido tan cruentas como para indignar a miles de internautas en redes sociales. A comienzos de año, se conocieron las terribles consecuencias de  la inundación que acabó con la vida de 8 leones y  7 tigres (entre otros animales) del zoológico en Tibilisi, Georgia.

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Posteriormente, una elefante agonizó encadenada y entre lágrimas por falta de atención médica en Indonesia.

La imagen se hizo viral por su crudeza.

Pero estos dos terribles casos no paralizaron al mundo como el sacrificio de los dos leones por causa de un suicida en el Zoológico Metropolitano de Chile y el sacrificio del gorila Harambe en Cincinnati, Estados Unidos.

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¿Qué está pasando? ¿Por qué hay tantos animales que son víctimas de la negligencia administrativa de los zoológicos? Y en última medida, ¿deberían cerrarlos?  

Desde siempre han existido los jardines zoológicos. Los egipcios y romanos los tuvieron. También los Borbones franceses. En el siglo XIX se instauró el término y el modelo de establecimiento como tal.

Eso fue en Londres, en 1828. Y a medida que pasó el tiempo, con la conciencia creciente sobre la crueldad animal, se comenzaron a exigir regulaciones para procurar el bienestar de los ocupantes de los zoológicos. De las jaulas se pasó a recreaciones de hábitats donde se procura mayor comodidad.

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Y así como cada país tiene sus reglamentaciones ante estos establecimientos, a nivel global el Convenio sobre la Diversidad Biológica los ha establecido como instituciones que promulgan la conservación de especies en extinción, como los pandas, por ejemplo.  

Asimismo, otros lugares se han erigido como centros educacionales, que en consonancia con institutos educativos, han procurado dar impulso al desarrollo de ciencias como la Biología, entre otras.

Pero quizás estos argumentos no son suficientes para quienes abogan por la erradicación definitiva de los zoológicos, sobre todo a la hora de hablar de conservación. Porque eso no contrarresta la crueldad, como se vió en “SeaWorld”, que cerró sus puertas ante la presión popular. 

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Sobre todo, cuando se esclareció lo que hacían con los animales marinos en el documental “Blackfish”. 

De igual modo, hay otros argumentos al respecto: la ONG “Born Free”, por ejemplo, hizo una revisión de 45 especies de carnívoros y se encontró que los animales capturados en la naturaleza tenían más probabilidades de sobrevivir que aquellos nacidos en cautiverio. 

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“Muchos de los casos exitosos de conservación se han hecho en centros especializados no abiertos al público”, añaden. Y en eso coincide Alice Woempener, gerente de PETA Latino: “Deben existir santuarios de vida silvestre, no zoológicos. Los animales no son atracciones humanas”.

“Mantener animales en jaulas no hace nada para fomentar su respeto. Este modelo de encarcelar animales para entretenimiento no está bien y no hace nada para proteger a animales en extinción, de hecho Harambe era de una especie en peligro crítico, lo que lo hace más trágico. Proteger animales no es encarcelarlos.

“Es mejor usar el dinero de los zoológicos en fundaciones y organizaciones que respeten la vida silvestre. La culpa de la tragedia de Harambe nace desde su cautiverio”, agrega Alice Woempener.

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