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"¡Coche bomba, poneros a salvo!", gritan los soldados iraquíes

En Mosul, dos palabras bastan para sembrar el pánico entre los soldados iraquíes que combaten a los yihadistas: “¡coche bomba!”.

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Un grito rasga el aire en el barrio de Karkukli, devastado por los combates entre las fuerzas especiales iraquíes, que controlan el oeste del distrito, y los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) que oponen una férrea resistencia al este.

“Un vehículo blindado se dirige hacia vosotros, ¡poneos a salvo!”, advierte una voz por walkie-talkie. Las tropas apuraban su almuerzo de arroz y salsa de tomate cuando recibieron una alerta del regimiento de Diyala (nombre de una provincia al nordeste de Bagdad).

El pánico se apodera de los miembros del servicio de élite antiterrorista iraquí (CTS). Algunos piden a los civiles que se escondan y otros corren por las calles adyacentes, con armas ligeras o lanzagranadas en mano, y revientan las puertas de casas abandonadas para entrar.

“¡Agarren bazucas!”, grita uno de los jefes a sus hombres, que toman posición en las intersecciones desde las que se verá llegar al coche bomba.

“Un coche sospechoso se dirige hacia el norte”, le dice alguien al teniente Abas, que supervisa las operaciones desde el tejado de un edificio de Karkukli. Se encuentra a unos 150 metros de la base del CTS, asegura a AFP.

El coche bomba, arma predilecta de los yihadistas en esta batalla callejera, circula lentamente por la carretera principal que divide el barrio en dos e intenta probablemente acercarse a las fuerzas iraquíes.

– Espía volador –

Durante toda la mañana, los tanques y excavadoras bloquean las calles y acordonan los principales accesos, forzando al conductor del coche a dar media vuelta.

Aunque la amenaza haya momentáneamente desaparecido, las fuerzas especiales siguen en alerta. Buscan el coche bomba.

En Karkukli, las ametralladoras y los lanzacohetes se han callado. Sólo la búsqueda de este coche misterioso rompe la aparente calma de las calles desiertas.

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Nada más recibir noticias frescas sobre la localización del vehículo, el teniente Haidar Husein se encarama al tejado de una casa abandonada que hace las veces de base para él y sus hombres.

El joven soldado está al mando del regimiento encargado de la vigilancia con drones, usados para seguir los movimientos de los yihadistas y localizar los coches bomba.

Los drones localizan los coches llenos de explosivos. Los tanques de los CTS o la coalición internacional antiyihadista liderada por Washington se encargan de destruirlos.

Esta vez el teniente no tiene suerte. “Hice volar el dron en cuanto oí hablar del coche sospechoso, pero no logró encontrarlo”, reconoce. Tiene el tiempo contado: las baterías de estos aparatos sólo disponen de 20 minutos de autonomía.

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“Vigilo esta zona porque es el único camino por el que los coches pueden llegar hasta nosotros”, explica el teniente, sin dejar de mirar la principal carretera desértica que lleva a Karkukli.

El teniente menea la cabeza y trae de vuelta el dron al tejado, cubierto de cristales y latas de bebidas energéticas vacías.

Al cabo de unos minutos, un soldado anuncia el final de la búsqueda agitando la mano: el coche salió del barrio. Por el momento.

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