China celebra esta semana elecciones locales controladas estrictamente por el gobierno, que impidió cualquier candidatura independiente como la de Ye Jinghuan, una ciudadana de Pekín que es tratada como enemiga del estado.
El martes, en el momento en que se abrían los colegios electorales, la policía seguía paso a paso a Ye Jinghuan, una jubilada de 64 años, que, según dijo a la AFP, sufre acoso policial desde que anunció su candidatura en Pekín.
Las elecciones locales, equivalentes a las municipales, celebradas cada cinco años, son las únicas elecciones directas en China.
Los chinos eligen en esta ocasión a los legisladores de las Asambleas Populares locales, encargadas de administrar el transporte público, los servicios de limpieza y otras actividades.
Las autoridades chinas, que quieren promover la “democracia con características chinas”, invitaron el martes a un grupo de periodistas para que presenciaran la jornada electoral en la circunscripción de Xingfu, en el centro de Pekín.
Los electores elegían la papeleta electoral delante de los asesores de mesa, absteniéndose de utilizar las cabinas electorales que garantizan el voto secreto, y depositaban el sobre en una gran urna roja.
Cualquier chino mayor de 18 años en posesión de sus derechos civiles puede votar y ser candidato, estipula la ley.
“Poco importa la etnia, el sexo, el partido político o el lugar de residencia”, afirma Liu Xiancai, presidente de la mesa electoral de Xingfu.
Pero, lejos de las cámaras, Ye Jinghuan, cuenta que tuvo que parar la campaña debido al acoso de la policía, que a comienzos de noviembre interrumpió una reunión pública en el oeste de Pekín.
Sin embargo, el programa de Ye parecía inofensivo, ya que se limitaba a proponer una mejor circulación, mejorar las instalaciones para los ancianos y facilitar el contacto de los ciudadanos con los legisladores.
Pero si resultara electa, “daría mi opinión y en la Asamblea Popular podría oponerme en las votaciones”, explica Ye.
Para poder presentarse a las elecciones, un chino debe obtener el apoyo de diez ciudadanos del mismo barrio o ser recomendado por su jefe.
No obstante, una comisión electoral oficial puede prohibir, después, las candidaturas que no le plazcan.
Al final, la inmensa mayoría de los 21.765 candidatos que se presentan en Pekín pertenecen al Partido Comunista de China (PCC), en el poder desde la fundación de la República Popular el 1 de octubre de 1949.
Los que no son comunistas pertenecen a los otros ocho partidos políticos chinos, organizaciones satélites del PCC.
Los legisladores locales forman la base del sistema piramidal del poder chino.
Ellos eligen luego a los representantes municipales que a su vez designan a los delegados provinciales y de escalón en escalón se llega al nivel superior, la Asamblea Nacional Popular, el parlamento chino, que elige al presidente de la República.
A comienzos de 2018, la Asamblea Nacional Popular reelegirá en principio al presidente, Xi Jinping, para un segundo mandato de cinco años.
Se trata de elecciones sin campaña electoral, ya que no hay actos ni carteles de propaganda.
Sin embargo, la semana pasada, unos 50 electores se reunieron en un local del centro histórico de Pekín para conocer a los candidatos oficiales del distrito.
Los tres candidatos que se disputaban dos escaños evocaron brevemente su carrera y respondieron a algunas preguntas relativas al precio de los alquileres o las dificultades de estacionamiento sin hablar nunca de la corrupción o de la desigualdad social.
Una jubilada manifestó su descontento. “El gobierno, en todos los niveles, no logra satisfacer nuestras necesidades”, dijo la jubilada, cuyas palabras cosecharon algunos aplausos.
Ese descontento no se manifestará en las urnas.
El Partido Comunista describe la democracia multipartidista como una amenaza para su existencia.
A comienzos de octubre, el PCC organizó una reunión importante para recordar a sus miembros que deben respetar estrictamente la línea oficial del partido.
Las elecciones en China “no son como en Occidente”, afirma un anciano después de votar.