Birmania comenzó una campaña de “limpieza étnica” contra la minoría apátrida de los musulmanes rohingyas, denunció un representante de la ONU en Bangladés, país al cual llegaron miles de familias huyendo de la violencia del ejército birmano.
Los rohingyas que cruzaron la frontera en las últimas semanas denunciaron asesinatos, matanzas, torturas y violaciones colectivas por parte de soldados birmanos en el oeste del país.
Unas 30.000 personas se vieron desplazadas por la violencia, que causó decenas de muertos desde el inicio de la operación birmana en represalia por unos ataques contra unas comisarías en octubre.
Las acciones del ejército se asemejan a una “limpieza étnica”, afirmó John McKissick, responsable de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Cox’s Bazar, ciudad del sur de Bangladés fronteriza con Birmania.
Bangladés ignoró las exhortacionesinternacionales a que abriera su frontera para evitar una crisis humanitaria y exigió a Birmania que tome “medidas urgentes” para que cese la entrada de rohingyas a su territorio.
“Para el Gobierno bangladesí es muy difícil declarar abierta su frontera porque eso podría alentar al Gobierno birmano a perpetuar las atrocidades y empujarlos a partir hasta lograr su objetivo de limpieza étnica”, dijo McKissick.
Las acusaciones de McKissick fueron rechazadas por Zaw Htay, portavoz del gobierno del partido de la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, en el poder desde hace unos meses tras varias décadas en la junta militar.
“Me pregunto sobre el profesionalismo y la ética del personal de la ONU”, dijo Zaw Htay. “Debería hablar basándose en hechos concretos y verificados y no hacer acusaciones”, declaró a AFP.
Periodistas y cooperantes no tienen acceso a la zona.
– Violaciones y pueblos incendiados –
Birmania ya fue acusada de limpieza étnica contra la minoría musulmana de los rohingyas en el pasado, cuando gobernaba la junta militar.
Es, sin embargo, la primera vez que sucede desde que Aung San Suu Kyi tomó las riendas del país, tras unas elecciones históricas celebradas hace un año.
Desde que se inició esta ola de violencia en octubre, Aung San Suu Kyi prácticamente no ha hablado del asunto.
El nuevo Gobierno birmano no tiene poder sobre las Fuerzas Armadas, que siguen a cargo del ministerio del Interior, ni el control de las fronteras.
La situación de los rohingyas es un asunto candente en ese país del sudeste asiático. Odiados por una parte de la población -el 95% es budista-, los rohingyas son considerados extranjeros en Birmania y sufren múltiples discriminaciones, como trabajo forzado, extorsión, restricciones a la libertad de movimiento y falta de acceso a la sanidad y la educación.
En el estado de Rakhine, donde los enfrentamientos entre budistas y musulmanes causaron en 2012 casi 200 muertos, miles de rohingyas viven en campos.
Para no tener que sufrir más las persecuciones, miles de rohingyas intentan huir cada año atravesando el golfo de Bengala con la esperanza de instalarse en Malasia.
Esta vez optaron por dirigirse a Bangladés, como Deen Mohamad, un agricultor oriundo de la ciudad fronteriza de Teknaf, que logró escapar con su mujer, sus dos hijos y otras tres familias.
“Cincuenta mujeres y adolescentes del pueblo fueron torturadas y violadas”, afirmó Deen Mohamad.
Más de 1.000 viviendas de rohingyas fueron incendiadas en el estado de Rakhine, afirmó por su parte el Observatorio de Derechos Humanos, basándose en fotos tomadas desde satélites.
El ejército negó estar detrás de esos incendios y acusó a los rohingyas de prender fuego a sus viviendas.
“Los rohingyas están cercados”, afirmó por su parte Champa Patel, directora de Amnistía Internacional en el sur de Asia, que dijo que “necesitan desesperadamente” alimentos y atención médica.