Unos 10.000 musulmanes rohingyas han ingresado en Bangladés desde el mes pasado, huyendo del ejército birmano, acusado de masacres y violaciones contra esta minoría.
Los rohingyas, que huyen del ejército birmano, acusado de matanzas, torturas y violaciones colectivas, afluyen de forma continua a Bangladés, donde las fuerzas de seguridad aumentaron las patrullas para impedir que ingresen al país.
“De acuerdo con los datos de las diferentes agencias humanitarias, estimamos que el número de personas que llegó es de 10.000 en las últimas semanas”, declaró Vivian Tan, portavoz regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
“Pero la situación evoluciona rápidamente y el número real podría ser mucho más elevado”, advirtió Vivian Tan en un correo electrónico a la AFP.
Unos 230.000 refugiados rohingyas, llegados en olas sucesivas en las últimas décadas, viven en Bangladés.
A comienzos de octubre, el ejército birmano lanzó una gran operación en respuesta al ataque de varias comisarías en el estado birmano de Rajín (oeste).
La operación militar causó decenas de muertos y 30.000 desplazados.
Esta ola de violencias daña la imagen del gobierno birmano, dirigido de hecho por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, consejera especial del estado y portavoz de la presidencia.
Aung San Suu Kyi abogó este miércoles desde Singapur por la paz y la “reconciliación nacional”, sin mencionar la violencia contra los rohingyas.
El silencio de Aung San Suu Kyi, que le permite mantener buenas relaciones con las Fuerzas Armadas, autónomas del poder político, suscita críticas a nivel internacional.
“Como ustedes saben, tenemos muchos retos. Somos un país compuesto por numerosas comunidades étnicas y debemos obrar por la estabilidad y el Estado de Derecho”, declaró la premio Nobel de la Paz en 1991, ante un foro de empresarios en Singapur.
“Las empresas no desean invertir en países inestables. No queremos la inestabilidad, pero tuvimos una larga historia de desunión en nuestra nación”, agregó.
“Por lo tanto, la reconciliación nacional y la paz siempre serán importantes”, abundó.
Un representante de la ONU en Bangladés acusó la semana pasada a Birmania de haber iniciado una campaña de “limpieza étnica” contra los rohingyas.
El ACNUR exhortó a Bangladés a ofrecer un “refugio seguro” a los rohingyas.
Bangladés, indiferente a los llamamientos a que abra sus fronteras para evitar una crisis humanitaria, exigió a Birmania que adopte “medidas urgentes” para frenar la llegada de los rohingyas a su territorio.
Durante la noche, familias enteras intentan pasar a Bangladés cruzando el rió Naf, que separa ese país musulmán de Rajin.
Los barcos interceptados por las fuerzas de seguridad son devueltos a Birmania.
Según unos responsables rohigyas, unas 3.000 personas, entre ellas mujeres y niños, se encuentran bloqueados en un islote en el medio del río, sin poder ir a ninguno de los dos países.
“Están bloqueados en esa isla desde hace una semana sin alimentos ni abrigos suficientes”, dijo a la AFP Abu Ghalib.
Las autoridades de Bangladés no pudieron verificar esa información.
“No podemos ir a ver si hay gente en esa isla porque está fuera de nuestro territorio”, dijo a la AFP el mayor Abu Russell Siddique, portavoz de los guardiafronteras.
Los rohingyas son considerados extranjeros en Birmania, aunque algunos de sus miembros viven en ese país desde hace generaciones.
No se les reconoce la ciudadanía en ese país cuya población es en un 95% budista y viven marginados de la sociedad, en condiciones de miseria.
Un auge de nacionalismo budista en Birmania en los últimos años ha atizado la hostilidad contra los rohingyas.
En el estado de Rajin, miles de rohingyas viven en campos desde la ola de la violencia intercomunitaria en 2012 entre budistas y musulmanes que había causado unos 200 muertos.