Rusia anunció el lunes su intención de discutir con Estados Unidos esta semana en Ginebra la retirada de “todos los rebeldes” del este de Alepo, donde el régimen sigue ganando terreno, una propuesta inmediatamente rechazada por varios grupos de insurgentes.
Paralelamente, y por sexta vez consecutiva tras el inicio del conflicto en 2011, Moscú vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución sobre Siria en la que se pedía una tregua de al menos siete días en la segunda ciudad de este país devastado por la guerra, veto al que se sumó China.
Los combates en esta metrópolis, capital económica de Siria antes de la guerra, se intensificaron el lunes, con el ejército avanzando en el barrio estratégico de Shaar. De lograr tomarlo, el régimen controlaría el 70% de los barrios que llevaban desde 2012 en manos de los rebeldes.
Por su parte, los insurgentes respondieron con una lluvia de cohetes sobre la parte gubernamental (oeste), matando a ocho civiles sirios y un médico ruso al golpear un hospital de campaña, según Moscú.
Tras el veto ruso en el Consejo de Seguridad, el embajador ruso ante la ONU, Vitali Churkin indicó que se debería haber esperado para votar a los resultados de las conversaciones ruso-norteamericanas en Ginebra, que comenzarán el martes o el miércoles.
El objetivo de ese encuentro es “preparar los medios para hacer salir a todos los rebeldes del este de Alepo”, la segunda del país, declaró el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov.
Los expertos rusos y estadounidenses deberán “ponerse de acuerdo sobre el itinerario concreto y los plazos de retirada” de los insurgentes y, cuando estos aspectos estén resueltos, “entrará en vigor una tregua” en Alepo, añadió.
– ‘Embaucar al Consejo de Seguridad’ –
Desde Nueva York, Churkin aseguró que había un “acuerdo sobre los elementos de base” de la iniciativa, pero la embajadora adjunta estadounidense ante la ONU, Michele Sison, lo descartó, asegurando que “no hay progreso” en las discusiones entre ambos países porque Moscú “quiere conservar sus avances militares”. “No dejaremos a Rusia embaucar al Consejo”, advirtió.
Y es que una salida de los rebeldes supondría una victoria para el régimen del presidente sirio Bashar al Asad, tras la gran ofensiva lanzada el 15 de noviembre por el régimen para reconquistar Alepo-Este, que cayó en manos de los insurgentes en 2012.
Los rebeldes perderían así su principal bastión en Siria, y solamente conservarían el control de la vecina provincia de Idleb y de algunos sectores cerca de Damasco y en el sur.
– ‘Numerosos frentes’ –
Se estima que antes de la ofensiva de Damasco, el número de combatientes anti-régimen en Alepo Este era de entre 8.000, según la ONU, y 15.000, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
Pero tras cuatro años de resistencia, estos grupos ya no logran oponerse a la superioridad aérea y terrestre de las fuerzas pro-régimen, que incluyen a combatientes de Irán y del Hezbolá libanés.
“El régimen está dejando sin munición a los combatientes rebeldes al abrir numerosos frentes al mismo tiempo”, indicaba el director del OSDH, Rami Abdel Rahman.
Poco después del anuncio de Moscú, varios grupos insurgentes afirmaron que lucharán hasta la “última gota de sangre” en Alepo, y rechazaron asumir el eventual acuerdo salido de la reunión entre Moscú y Washington.
“Los revolucionarios no abandonarán Alepo Este (parte rebelde), combatirán la ocupación rusa e iraní hasta la última gota de sangre”, dijo a la AFP Abu Abdel al Rahman al Hamui, un responsable del grupo Jaish al Islam.
“Son los rusos los que se tienen que ir de Alepo” dijo por su lado Yaser al Yusef, del grupo Nuredin al Zinki.
Al menos 319 civiles han muerto, entre ellos 44 niños, desde el inicio de la ofensiva siria a mediados de noviembre contra los barrios rebeldes, según el OSDH.
Desde su inicio en marzo de 2011, la guerra civil siria causó en total la muerte de más de 300.000 personas.