Los niños corren entre los arbustos, saltando por aquí y por allá para atrapar saltamontes. En un día bueno, muchos regresarán a casa con bolsas de plástico llenas de insectos para freír y comer como botana.
Los “nsenene“, como los ugandeses llaman a estos verdes insectos saltarines, son una delicia culinaria buscada por muchos en esta época del año, cuando millones de insectos nacen con la temporada de lluvias. La gente dice en broma que les caerá una maldición si la temporada de saltamontes pasa sin que ellos prueben los insectos.
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“Vine a comprar estos nsenene porque mi esposa me envió por ellos”, dice O.J. Gerald mientras compra a un vendedor ambulante en la capital Kampala. “A ella realmente le encantan. Se fríen con cebolla y un poco de sal y saben muy bien. Son muy crujientes en la boca”.
Cuando se fríen, los verdes saltamontes cambian a un color dorado y despiden un aroma a tierra que encanta a los entusiastas.
La cacería de saltamontes se ha vuelto una actividad comercial en Uganda. Algunos colocan brillantes lámparas para atraer a los insectos, los cuales se estrellan en sábanas estratégicamente colocadas y caen en barriles donde quedan atrapados.
Pueden verse cientos de trampas para saltamontes en toda Kampala, muchas veces violando las normas locales de seguridad debido a que las instalaciones pueden ocasionar peligrosos cortos circuitos. La temporada de insectos corre de noviembre a enero, cuando el país por lo general recibe fuertes lluvias, y otra vez en abril y mayo.
Los vendedores callejeros hacen buenos negocios con cada bolsa de medio kilo (una libra) de saltamontes que venden ya listos para comer por unos 2,75 dólares cada una.
Para prepararlos, les quitan las alas, las patas y la antena mientras todavía están vivos.
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Los saltamontes cocinados tienen enormes cantidades de proteína y grasa, además de fibra dietética, dice Geoffrey Ssepuuya, nutriólogo ugandés e investigador de los saltamontes en la Universidad de Leuven en Bélgica.
“Los saltamontes son muy nutritivos”, agrega el experto. “De hecho son más ricos en comparación con las fuentes convencionales de proteína”.
En un ajetreado mercado en Kampala, Sylvia Namwanje fríe los insectos con aceite, cebolla y ajo, creando un acento distintivo que puede olfatearse a metros de distancia. Las personas estacionan sus camionetas y esperan a que les sirvan. Entre sus clientes también hay ugandeses que viven en el extranjero.
“Los nsenene son muy deliciosos”, dice Namwanje. “Solo están en temporada ciertos momentos del año. Las personas los comen porque saben que es el único periodo que podrán comerlos. Son mucho más deliciosos que el pollo o cualquier carne”.
La comerciante asegura que la venta de saltamontes representa una parte importante de su ingreso anual.
“Con lo que gano he podido educar a mis hijos, cuidar a mi madre y familia”, comenta orgullosa.