Alí tiene 14 años y su hermano Majdi, 7. Desde que su padre murió por un bombardeo, se pasan los días mendigando por las calles de la capital de Yemen, donde los niños son las principales víctimas de la guerra.
El mayor de los dos cuenta su historia sin emoción. "Vivíamos seguros en la provincia de Haja con mi padre, que vendía 'qat' (una planta con propiedades psicoestimulantes) para vivir".
"Un día se enfermó y lo llevamos al hospital de Médicos Sin Fronteras. El hospital fue alcanzado por un bombardeo aéreo y mi padre murió. Nos mudamos a Saná cinco días después de haberlo enterrado", recuerda.
Desde entonces, Alí y su hermano pequeño, sucio y andrajoso, vagan por las calles. Se cuelan entre los coches y proponen limpiar el parabrisas a cambio de unas monedas.
Ganan el equivalente a tres dólares diarios, demasiado poco para alimentar a su madre y a sus ocho hermanas.
Es una historia bastante corriente en Saná, la capital yemení, controlada por los rebeldes chiitas hutíes desde septiembre de 2014, y en el resto de Yemen, asolado por la guerra.
"Todos los males que padecen los niños progresan: el trabajo, la mendicidad, el alistamiento en las fuerzas armadas, la no escolarización…", se alarma Nasim Al Muliki, directora de una organización de protección de la infancia.
Además, "los servicios sociales de ayuda a los niños se hundieron completamente", lamenta.
– 'Un poco de dinero' –
"Mendigamos porque ya no encontramos nada que comer", declara Mustafa Ahmed Abdalá, de 15 años, cuyo padre murió combatiendo. "He intentado encontrar trabajo, pero no ha funcionado, me he quedado en la calle", añade.
Como mucho, gana cinco dólares por día.
A unos pasos de allí, Abir, de 8 años, pasa de un coche a otro con su hermano pequeño, Abdelrahman. "No tenemos nada que comer. Buscamos dinero o comida", dice la niña.
La situación se ha deteriorado mucho, sobre todo desde que en marzo de 2015 una coalición árabe bajo mando saudí intervino en la guerra en apoyo a las fuerzas progubernamentales que se habían replegado en Adén (sur) tras haber sido expulsadas de buena parte del territorio.
La guerra se libra lejos de las cámaras y sin visos de una solución política.
Alrededor del 20% de las aproximadamente 7.400 personas muertas desde hace dos años son niños, según la ONU.
"El número de niños mendigos creció mucho, en particular desde que los funcionarios han dejado de cobrar el salario en la capital" hace unos meses, explica Ahmed al Qurashi, quien dirige Seyaj, una organización para la protección de la infancia.
– Riesgo de hambruna –
En septiembre, el presidente Abd Rabbo Mansur Hadi ordenó el traslado del Banco Central desde Saná a Adén, declarada "capital provisional" desde que fue reconquistada en 2015 junto con otras cuatro provincias del sur.
Esto significa que los rebeldes, que formaron su propio Gobierno en Saná, no pueden pagar los salarios de los funcionarios en las zonas bajo su control.
Además, las condiciones sanitarias de los 26 millones de yemeníes no paran de deteriorarse. Dos tercios de ellos no tienen acceso a cuidados médicos decentes y ya se han detectado casos de cólera y de hambruna.
Unicef estima que 2,2 millones de niños sufren desnutrición crónica.
"La desnutrición nos golpea de lleno y aumenta cada día", afirma el pediatra Ahmed Yusuf. Pero "ni el Gobierno ni las ONG son capaces de hallar una solución para hacer frente a esta catástrofe", añade.
Fayza Ahmad, responsable del hospital Al Sabin de Saná, lo constata: "Los casos que llegan son muy graves, los niños sufren diarreas severas".
A veces, declara el doctor Yusuf, "un niño se muere mientras el padre todavía sostiene en las manos la receta" para un tratamiento que no puede pagar.
La ONU reclamó el miércoles 2.100 millones de dólares (2.000 millones de euros) para ayudar este año a los yemeníes. "Sin apoyo internacional, pueden sufrir hambruna en 2017", advierte el responsable de las operaciones humanitarias de la ONU, Stephen O'Brien.
Por Jamil NASSER