El camino para este acercamiento está sin embargo lleno de obstáculos.
Mientras que la elección de Donald Trump fue acogida con cautela por varias capitales europeas, Ankara reaccionó con entusiasmo.
Las relaciones entre el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y la Casa Blanca se deterioraron durante los últimos meses de la presidencia de Barack Obama, a raíz de sus posiciones opuestas en Siria y en el caso de Fethullah Gülen, un predicador exiliado en Estados Unidos, cuya extradición Ankara reclama.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, aprovechó una reunión con el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, el sábado en Múnich para abordar estos dos temas, cruciales en las relaciones entre ambos países.
La administración Trump "tiene la oportunidad de tomar iniciativas arriesgadas" en materia de política extranjera, dijo a la AFP Ayse Sözen, responsable de las relaciones internacionales en la presidencia turca.
Tras haber evaluado sus relaciones con Turquía en los ámbitos comerciales, militares y de cooperación en la lucha antiterrorista, el nuevo Gobierno estadounidense "tomará medidas para mejorar las relaciones", estimó la responsable.
Menos de 48 horas después de la primera entrevista telefónica entre Trump y Erdogan, el director de la CIA, Mike Pompeo, hizo su primer viaje oficial a Turquía, donde fue recibido la semana pasada por dirigentes turcos.
A corto plazo
Abdulkadir Selvi, periodista turco cercano al poder, destaca que empezar con buenas bases con el nuevo presidente estadounidense es una prioridad para Ankara.
Los dirigentes turcos ven en Trump al "hombre que puede conseguirlo (el acercamiento). Como consecuencia, se abstienen de hacer cualquier crítica, incluso si su discurso, en varios puntos, va totalmente en contra de lo que defienden", explica Aaron Stein, del Centro Rafic Hariri para Oriente Medio.
Erdogan, propenso a atacar el "Occidente islamófobo", no ha emitido sin embargo ninguna crítica en relación al proyecto de Trump de prohibir el acceso al territorio estadounidense a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, bajo pretexto de proteger al país del terrorismo.
Los dirigentes turcos esperan convencer a sus homólogos estadounidenses en las dos grandes cuestiones que degradaron las relaciones entre Erdogan y Obama: Siria y el predicador Fethullah Gülen, antaño aliado de Erdogan y ahora su enemigo jurado.
Pero a pesar de este empeño, los analistas dudan de que este entendimiento resista, a largo plazo, a los desacuerdos que tradicionalmente han opuesto a los dos países.
"La luna de miel es a corto plazo, táctica", señala Fadi Hakura, especialista de Turquía en el Chatham House, con base en Londres.
La sombra de Gülen
Uno de los factores determinantes será la posición de la administración Trump respecto a las milicias kurdas en el norte de Siria, que el presidente Obama había decidido apoyar para combatir en tierra a la organización yihadista Estado Islámico (EI).
Para Ankara, estas milicias, las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG), son organizaciones "terroristas" vinculadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que dirige una sangrienta rebelión en suelo turco desde 1984.
Turquía propuso a Estados Unidos efectuar una operación conjunta para arrebatar Raqa, "capital" autoproclamada del EI en el norte de Siria, pero excluyendo cualquier participación de las YPG.
El otro tema determinante para la evolución de las relaciones turco-estadounidenses es el del predicador Fethullah Gülen, instigador, según Ankara, de la intentona golpista del pasado julio, lo que él niega categóricamente.
Gülen vive desde 1999 exiliado en Pensilvania, en el noreste de Estados Unidos, y las autoridades turcas han pedido en múltiples ocasiones su extradición, en vano hasta ahora.
Aunque Trump no puede ordenar dicha extradición, puesto que es una decisión judicial, los dirigentes turcos esperan que se ejerza "más presión" contra el predicador, según Stein.
En una entrevista publicada en la prensa turca el sábado, Erdogan afirmó que Trump le había asegurado que seguiría de cerca el caso.