Cobijada bajo un nudoso olivo para protegerse del viento, Jumana y sus dos hijos forman parte de las decenas de miles que se echaron a las carreteras del norte de Siria, huyendo de los combates con la esperanza de llegar a un lugar donde ponerse a salvo.
Esta mujer de 25 años mezcla arroz y bulgur en un recipiente de arcilla, que cuece en un fuego hecho de finas ramas de olivo en la periferia de Jarufiya, una aldea de la septentrional provincia de Alepo.
"Más de 30 mil civiles, la mayoría mujeres y niños, han huido" ante el avance de las tropas gubernamentales en la provincia de Alepo, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH).
El ejército, apoyado por su aliado ruso, trata de expulsar a los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) que controlan el área.
Y pese a haber escapado a la muerte, los problemas de Jumana están lejos de haber terminado.
"Era insoportable"
Los niños, asegura, "aún sienten terror cuando oyen el ruido de aviones. Hace frío. Cuando llueva, lo vamos a pasar mal", lamenta.
Decenas de familias se han refugiado en los alrededores de Jarufiya, situada a 18 kilómetros de Manjib, en medio de un océano de desplazados.
Unos voluntarios de organizaciones locales distribuían ropa de invierno, pero muchas familias no tenían ni tienda, ni colchones ni mantas. Se aprietan entre ellos bajo los árboles para entrar en calor y mantenerse secos pese al mal tiempo.
Trad al Mazyad se vio obligado a huir con su familia de Yub Abyad, una aldea a 45 kilómetros al sur de Minbej, donde
Sus hijos se pegan a él, con los pies llenos de barro por el suelo húmedo alrededor de la tienda.
A pocos metros de él, Ahlam Mohamad se ha tumbado en el suelo en otra tienda junto a su hija. Ella y sus tres hijas huyeron de su aldea en manos del EI hace dos días, atravesando las colinas para mayor seguridad.
"Hay gente que murió durante los combates y otros que se fueron en masa", asegura.