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El poema que Miguel Ángel Asturias le dedicó a Jesús de Candelaria

La Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de Candelaria, Cristo Rey, fue levantada en andas a las 06:15 de este Jueves Santo de su templo en la zona 1. Se trata de una procesión de las más esperadas en la ciudad de Guatemala, por su tradición, colorido y por lo largo de su recorrido.

Esta imagen también inspiró a ilustres guatemaltecos como Miguel Ángel Asturias, el Premio Nobel de Literatura 1967, y cuya casa estaba ubicada a escasas calles de ese templo, en el Centro Histórico de la capital.

El premio Nobel de Literatura fue muy devoto a Jesús de Candelaria, por ello, le hizo varios regalos, entre los que destacan una túnica morada; pero también utilizó lo que mejor hacía: un Poema.

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Sombra de corazón de la amarguraa tu rostro que aviva pulso cárdeno,lirio inclinado bajo el viento, pesala cruz del viento.

La imagen Jesús de Candelaria, fue consagrada en febrero de 1917 (en el presente 2017 cumplió 100 años de su consagración)  El papa Pío XI le confirió el título de Cristo Rey.

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El morado penitente hace combinación con el blanco eucarístico de un nuevo Jueves Santo, día en que hace más de dos mil años, según la Biblia, Jesucristo compartiera una cena muy especial que a la postre sería la última con sus discípulos y que dejaría instituida como el rito de la Eucaristía.

 Esto se celebra solemnemente con el inicio del Triduo Pascual cada JuevesSanto, donde todas las iglesias católicas realizan varias actividades como el lavatorio de pies, entre otras cosas.

El poema completo 

Tu rodilla sin fuerza es como cera

que se derrite al sol, se ve en la túnica,

lirio inclinado bajo el viento, pesa

la cruz del viento.

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Del entrecejo, hendido por los juncos

de la tribulación, hasta los pómulos

se afila tu nariz de asfixia, falta

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a tu lengua el aire.

 

Y la sal en granitos de tus dientes

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es mas sed en tu boca que abre tímida

ayuda tu alentar de nada, falta

a tu lengua aire.

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Nube de acabamiento da a tus ojos

frio de muerte que reduce a tempano

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tu mirar, y no miras, te derramas

agua de llanto.

 

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La tortura va desmayando dentro

de ti palomas negras y tus tímpanos

reventados no oyen, te derramas

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agua llanto.

 

Menguante de tu sien que medra y pugna

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bajo el pelo lluvioso, con el pálpito

hundido, te busca y no te encuentra

en tus sentidos.

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Flexible y anillada, tu palabra,

cintura en movimiento, como el cálamo

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del cetro quedo rota y no te encuentra

en tus sentidos.

 

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¡Gusano de escarlata el astro labio

de Dios y labio de los hombres! ¡Cáñamo

perfumado el que ahora suda gota

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de moribundo!.

 

El cáliz del vacío no se aparta

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de tus fauces sedientas y el liquido

de tu sangre lo desborda, vino

de moribundo.

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La cadena encendida de las dalias

te ciñe en la penumbra de los parpados

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a la desolación de la primera

horas de espinas.

 

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Y en la llaga morena de tu aliento,

el espacio quemado de la anémona,

deja sitio a tu cuerpo en la postrera

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horas de espinas.

 

El latón fino de tu pie en el suelo,

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alianza sin sandalia con lo mínimo,

abre el camino de la cruz que ahora

es salvavidas.

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Y la raíz en lucha de tus manos

retuerce como garfios sus diez pálidos

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dedos asidos al madero que ahora

es salvavidas.

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