La salida de Spicer, culmina un largo proceso de desencanto que arrancó al día siguiente de la investidura cuando el presidente Donald Trump demostró su inconformidad a Spicer.
Desde entonces, la relaciones entre el portavoz y el mandatario republicano habían sido tensas, hasta el punto de que Trump no había ocultado su distancia e incluso llegó a comentar que sólo lo mantenía en el puesto por “sus altos índices de audiencia” de sus comparecencias.
Esta tensión, según las primeras versiones, estalló cuando Trump decidió nombrar como director de comunicaciones de la Casa Blanca a Anthony Scaramucci, un pequeño financiero de Nueva York muy activo en la campaña. Amigo personal del presidente, el portavoz consideró su designación un error y presentó su dimisión.