Un resplandor. Un golpe. Y negro. Así sintieron los habitantes de Hiroshima el impacto de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945. Lo mismo ocurrió en Nagasaki, tres días después. De esa forma lo relata John Hersey en su libro “Hiroshima”, que fue publicado por vez primera en 1947 como un extenso artículo de la revista The New Yorker.
Era la primera vez que alguien cambiaba el enfoque para ver los hechos, la primera vez que un periodista huía de la “cifra”, para reflejar la atrocidad. Esa que 72 años después no se ha repetido, pero que ha estado cerca de repetirse.
La importancia de Hiroshima
La necesidad de lanzar la bomba ha sido ampliamente cuestionada. Los argumentos más usados son que sirvió para salvar miles de vidas estadounidenses, y que sin ella el conflicto se habría alargado al menos un año.
Varias voces desmienten estos argumentos, y entre ellas hay una ilustre.
“Le expresé mis serias dudas, primero sobre la base de mi convicción de que Japón ya estaba derrotado y que arrojar la bomba era completamente innecesario, y en segundo lugar porque creía que nuestro país debía evitar chocar a la opinión mundial mediante el uso de un arma cuyo empleo ya no era, creía yo, obligatorio como medida para salvar vidas americanas”. Esto dijo Dwight Eisenhower, comandante de las Fuerzas Aliadas contra Hitler y luego presidente de Estados Unidos, en una entrevista años después.
Documentos desclasificados por las distintas agencias de inteligencia de Estados Unidos y otros aliados en la Segunda Guerra Mundial han arrojado luces a las incógnitas de Hiroshima. Los estadounidenses no estuvieron solos en el ataque: fueron apoyados por los aliados, y particularmente por el gobierno de Winston Churchill.
A Churchill ya le preocupaba lo que vendría una vez finalizada la guerra. Era consciente de poder el ejército de la Unión Soviética, que ocupaba en 1945 prácticamente a mitad de Europa. Y estaba seguro de que sería una amenaza para la estabilidad mundial.
¿Mensaje a los soviéticos?
Es por esto que Churchill apoyó el lanzamiento de la bomba. Con Japón prácticamente rendida y sin posibilidades tras cuatro años de guerra, la demostración de un arma como la bomba atómica inclinaría la balanza hacia los aliados en un escenario posterior a la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética se lo pensaría dos veces antes de iniciar cualquier acción militar.
Aún así, es sabido que la Unión Soviética estaba al tanto del “Proyecto Manhattan” desde sus inicios. “Stalin sabía tanto de la bomba atómica como Harry Truman”, dice a Metro Joseph Fitsanakis, académico del Programa de Inteligencia y Seguridad Nacional de la Coastal Carolina University, de Estados Unidos.
Cuatro años después, la Unión Soviética detonó su primera bomba nuclear en la actual Kazajistán. Comenzó así la carrera atómica y el concepto de “disuasión nuclear”, que es el que ha imperado en las estrategias defensivas de las potencias hasta hoy. Y el que ha determinado el desarrollo de las relaciones internacionales desde la segunda mitad del siglo XX.
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"La existencia misma de armas nucleares es un crimen contra la humanidad"
Joseph Fitsanakis, académico del Programa de Inteligencia y Seguridad Nacional de la Coastal Carolina University, de Estados Unidos.
En tu opinión, ¿cuán necesarios fueron los ataques nucleares?
– Estoy del lado de Dwight Eisenhower y del general Douglas MacArthur, de que no había una justificación militar para usar las armas nucleares en Japón. Hoy, ningún historiador militar serio argumenta que el uso de bombas nucleares haya tenido un mayor efecto en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Incluso en el verano de 1945, era cuestión de sentido común que la capitulación de Alemania permitiría a la Unión Soviética desplegar cientos de miles de tropas en el Este. Eso significa que la rendición de Japón era cuestión de tiempo.
¿Cuáles, crees, son las principales consecuencias?
– La decisión de usar armas nucleares sobre Japón, que fue tomada mucho antes de agosto de 1945, en realidad lo que hizo fue prolongar la guerra. Esto, porque Estados Unidos eligió esperar para usar esta super arma en vez de bombardear ambas ciudades mucho antes. Esta última opción habría llevado a Tokio hacia la rendición mucho antes. Por otra parte, hay poco cuestionamiento sobre si el uso de las armas nucleares en Japón previno una invasión de la Unión Soviética al país. Pero el costo fue alto. El asesinato de decenas de miles de civiles, un evidente crimen de guerra, fue usado con éxito por Moscú como propaganda en la Guerra Fría, y ayudó a la Unión Soviética a ganar las mentes y los corazones de muchos en el Este.
Hay una hipótesis que dice que los ataques en realidad no fueron pensando en Japón, sino que en los soviéticos. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
– No creo que las bombas nucleares usadas en Japón fueran pensando en mandar un mensaje a la Unión Soviética. Es comúnmente aceptado que los soviéticos habían penetrado prácticamente desde el principio en el proyecto Manhattan (el proyecto secreto que creó la bomba atómica) con espías. En agosto de 1945, José Stalin sabía tanto sobre la bomba atómica como el presidente de EEUU, Harry Truman.
¿Cuál, crees, es la importancia de conmemorar esta fecha, considerando la actual situación en el mundo y las situaciones de países como Irán, pero principalmente de Estados Unidos con Rusia y Corea del Norte?
– Por su naturaleza, las armas nucleares no distinguen entre combatientes y no combatientes, entre uniformados y civiles. Como tales, mezclan peligrosamente la distinción entre operaciones de guerra legítimas y terrorismo. Por lo tanto, el uso de armas nucleares no es menor inmoral que su propia existencia. Es tiempo de que todos los países, incluyendo a las dos superpotencias nucleares, Estados Unidos y Rusia, trabajen responsablemente en orden de librar a nuestro planeta de esta repugnante y abominable arma de destrucción masiva. La existencia misma de estas armas es un crimen contra la humanidad.