“Lo que es maravilloso es que asistimos a toda la historia de principio a fin: vimos las estrellas de neutrones aproximarse, girar cada vez más rápido una alrededor de la otra, vimos la colisión, luego la materia, y los residuos enviados en todas direcciones”, explicó Benoit Mours, del Centro Nacional de Investigación Científica francés.
Las dos estrellas fueron detectadas el 17 de agosto, cuando los centros estadounidense LIGO y europeo Virgo detectaron durante 100 segundos unas ondas gravitacionales inéditas.
“Todo el mundo quedó fascinado”, subrayó Mours, responsable científico de la colaboración Virgo para Francia.
Dos segundos después de la detección de las ondas, un “flash” de luz bajo forma de rayos gamma fue detectado por el telescopio Fermi, de la NASA. Le siguieron otros “mensajeros” del espacio: rayos X, ultravioletas, infrarrojos y ondas herniabas.
Pudimos “escuchar el universo”, se entusiasmó Gregg Hallinan, del Instituto de Tecnología de California.
Los cuerpos más densos
Las estrellas de neutrones son los objetos más densos del cosmos, de una masa comprendida entre 1.1 y 1.6 veces superior a la del Sol. Si se pudiera llenar una pequeña cuchara con una estrella de neutrones, pesaría el equivalente a 100 mil Torres Eiffel.
Estos pequeños cuerpos son vestigios de estrellas más grandes, que, al final de su vida, explotan de forma violenta. Una vez termina el estallido (un fenómeno llamado supernova), quedan objetos extremadamente densos: estrellas de neutrones o, si la masa de la estrella era mayor, un agujero negro.
Las dos estrellas observadas en agosto tenían el tamaño de una ciudad como Londres y giraban una alrededor de la otra en la constelación del Hidra, en el hemisferio austral, a 130 millones de años luz.
Ambos cuerpos “alcanzan temperaturas extremadamente altas, quizás de hasta un millón de grados. Son muy radioactivos, sus campos magnéticos increíblemente intensos y serían fatales para cualquiera que se acercara” explicó Patrick Sutton, responsable del equipo de física gravitacional de la Universidad de Cardiff, del Reino Unido.
“Sin duda, hoy en día representan el entorno más hostil del universo”, añadió.
Más de 70 observatorios
Si bien su fusión había sido predecida por modelos, nunca antes un fenómeno así había sido observado.
El descubrimiento es objeto de más de una decena de estudios publicados este lunes en las prestigiosas revistas científicas Nature y Science.
Implicó al menos a 1 mil 200 científicos, y más de 70 observatorios en la Tierra y el espacio siguieron el fenómeno.
Las detecciones del 17 de agosto y las observaciones que les siguieron no solamente permitieron saber un poco más sobre las estrellas de neutrones.
Los investigadores establecieron una nueva forma de medir la velocidad de la expansión del universo y confirmaron la teoría de Albert Einstein según la cual la gravitación se propaga a la velocidad de la luz.
Resolvieron además el enigma del origen de los elementos más pesados como el plomo, el oro o el platino, ya que estas fusiones de este tipo de estrellas son en efecto fábricas de elementos pesados, debido a la abundancia de neutrones.
Y esto no acaba aquí: “¡Disponemos de suficientes datos para estar ocupados un buen tiempo!”, se felicitó Mours.
Gracias a Einstein
“Con las ondas gravitacionales, logramos detectar un acontecimiento, se trata de una nueva manera de ver el Universo”, agregó.
Este fenómeno, resultado de violentos sucesos galácticos, fue detectado directamente por primera vez en septiembre de 2015, pero hasta ahora su observación se había logrado exclusivamente en la fusión de agujeros negros.
Precisamente, el Nobel de Física de este año recayó en los tres estadounidenses (Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne) que probaron la existencia de las ondas gravitacionales, confirmando así otra predicción de Einstein.