“Hay una crisis política en España, no en Bélgica”, dijo el primer ministro belga, Charles Michel, ante los diputados de la comisión de Interior del parlamento de su país, quienes durante más de una hora preguntaron al mandatario sobre su posición sobre Cataluña y sobre Carles Puigdemont.
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La presencia del destituido político catalán en Bélgica, quien llegó a esa nación el pasado 30 de octubre junto a otros cuatro miembros de su cesado gobierno, provocó declaraciones de los ministros de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA, nacionalistas) favorables a los independentistas, pese al llamamiento de Michel de “no echar leña el fuego”.
La justicia belga debe resolver ahora la petición de entrega a Puigdemont a España. En este sentido, Michel, miembro de un partido francoparlante valón, descartó cualquier interferencia en este “asunto judicial, no del gobierno”.
La primera audiencia está prevista el 17 de noviembre.
Michel ha sido uno de los pocos mandatarios europeos, desde la celebración del referéndum de autodeterminación catalán, el pasado 1 de octubre, que ha llamado al diálogo y condenado la violencia.
“Una crisis política exige una solución política”, reiteró este miércoles el mandatario, quien precisó sin embargo que su interlocutor es “el gobierno español, es Madrid”, coincidiendo de esta forma con sus socios europeos.
El presidente del ejecutivo español, Mariano Rajoy, reaccionó en Twitter a las palabras de su par belga, su “único interlocutor en Bélgica”, con quien comparte el “respeto al Estado de Derecho y a la independencia de jueces belgas y españoles”.