Las más de tres décadas que permanecieron en el anonimato en un cementerio clandestino han quedado finalmente en el pasado.
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Indígenas ixiles rindieron honras fúnebres a 172 víctimas de la guerra civil de Guatemala, cuyos restos fueron exhumados en la comunidad de Santa Avelina, en el municipio de San Juan Cotzal, Quiché, donde cientos de personas murieron desde 1978 y durante los años 80.
Decenas de pequeñas cajas de madera, acomodadas en tres hileras en la cancha de baloncesto de una escuela, contenían los restos de los 172, que hasta hace tres años, eran enviados a un panteón tradicional.
En un intento por identificarlos, la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) exhumó los restos en 2014. Sin embargo, luego de tres años de trabajo solo se dio con la identidad de 108 de las víctimas, 41 mediante pruebas de ADN y el resto solo por objetos o ropa que sus familiares reconocieron.
La exhumación de víctimas en Santa Avelina ha sido una de las más grandes que ha realizado la FAFG.
Las autoridades guatemaltecas han señalado que al menos 1 mil 771 indígenas murieron a manos de soldados durante la presidencia de facto de Ríos Montt entre marzo de 1982 y agosto de 1983.
El exjefe de Estado, de 90 años, fue condenado por genocidio a 80 años de prisión en 2013, aunque la Corte de Constitucionalidad recogió la sentencia y ordenó un nuevo juicio que hace una semana se reanudó.
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¿Aldeas o campos de concentración?
Santa Avelina es una comunidad que formó el ejército guatemalteco y que a principios de la década de 1980 fue junto con otras como "aldeas modelo". Los habitantes, sin embargo, tienen otra imagen.
José Ceto, un líder ixil que dirige una organización de sobrevivientes de la guerra, aseguró que lugares como Santa Avelina eran una especie de campos de concentración donde nadie podía entrar ni salir sin autorización de un oficial.
"Mucha gente murió por hambre, por enfermedades, no me permiteron llevar un enfermo a San Juan Cotzal a buscar una medicina", dijo.
San Juan Cotzal es uno de los tres municipios que forman la zona indígena ixil, donde se cometieron los crímenes contra la humanidad que se llevaron a un juzgado.
El reencuentro que significó un último adiós
Desde el lunes pasado se exhibieron ropas, juguetes y pequeñas joyas encontradas junto a los huesos para las familias que buscan a sus desaparecidos intentaran identificarlos.
Una pieza de tela verde, por ejemplo, permite a Juana Pérez Sánchez localizar los restos de su hija María, quien murió a los seis años y no presentaba señales de violencia.
Selket Callejas, una antropóloga forense que participó en los trabajos, dijo a The Associated Press que muchas de las víctimas eran niños que murieron por hambre o enfermedades como sarampión o tos ferina.
Unos 15 cuerpos, añadidos, tenían señales de violencia o fracturas por proyectiles de armas de fuego.
Domingo Gómez también recuperó los restos de su padre, Pedro Gómez Marroquín, que en 1981 murió a machetazos cuando era obligado por el ejército a patrullar las montañas que rodeaban su pequeña aldea.
"Estoy muy triste porque cuando él murió yo tenía 11 años, y ahora que lo sacaron estaba muy golpeado, tenía seis machetazos en la cabeza y la espalda", contó Domingo a la AP.
Y cuando una espesa neblina cubría las montañas aledañas a Santa Avelina, los vecinos se preparaban para realizar una procesión hasta el cementerio en adelante reposarán los restos de los 172 ixiles.