El árbitro pita el comienzo del partido. Apoyándose en sus muletas, un joven juega al fútbol con otros mutilados de la guerra en Siria para levantar el ánimo.
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Los jugadores se pasan el balón, un delantero avanza hacia la portería del equipo contrario. El portero, manco, cae de rodillas para pararlo pero el balón rebota y acaba en gol, bajo un clamor.
En la provincia de Idlib, la última del noroeste de Siria que escapa al control del régimen de Bashar al Asad, un centro de fisioterapia reunió desde diciembre a 19 pacientes amputados para montar un equipo de fútbol.
Son civiles y excombatientes rebeldes con algo en común: la guerra que devasta su país desde 2011 les costó una pierna o un brazo.
"A veces el balón pasa por delante de mí, quiero darle con el pie izquierdo pero me doy cuenta de que fue amputado", cuenta, impasible, Salah Abu Ali. "Hay muchas dificultades, como por ejemplo correr o ser rápido", reconoce.
El joven de 23 años se encontraba delante de su casa de Raqa, la excapital del grupo Estado Islámico (EI) en el norte de Siria, cuando resultó herido en un bombardeo hace casi un año.
\'Olé, Olé, Olé
El equipo, de distintas edades, se entrena tres veces por semana, unas dos horas cada una con dos objetivos: la rehabilitación y mantener la moral alta.
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Para Ali es "una nueva vida". Antes "me quedaba en casa, no quería ver a nadie, sólo pensaba en el pasado", recuerda este hombre delgado y de barba recortada. Ahora ha cambiado de parecer: "La vida no se para porque se haya perdido un miembro".
El centro de fisioterapia, fundado hace un poco más de un año por voluntarios, atendió a unas 900 personas de todas las edades, muchas de ellas con amputaciones o fracturas.
"Los jóvenes" fueron "muy receptivos" a la idea de montar un equipo de fútbol, declara el fisioterapeuta Mohamed Marei. En unas semanas él vio progresos a nivel físico, pero también "psicológico y moral".
El centro tiene más proyectos, como sesiones de musculación en gimnasio o natación.
Dentro de una competición organizada por una asociación caritativa, el equipo disputó recientemente un partido amistoso en Idlib.
Los jugadores, separados en dos equipos formaron un círculo para darse ánimos los unos a los otros antes de iniciar el juego. "¡Olé, Olé, Olé", cantaron, alegres.
\'La vida no se detiene\'
De pie cerca del terreno de juego, Abdel Kader al Yusef hacía malabarismos con el balón ayudándose con su muleta.
Este expeluquero de Homs (centro) se unió a la rebelión y perdió una pierna durante combates frente al régimen en 2015.
Cuando volvió a casa después del partido amistoso en Idlib, su hijo Amer se echó en sus brazos.
"Mira lo que papá ganó hoy, ¿quieres jugar al balón?", le dice Abdel Kader con una sonrisa, mientras le pone una medalla.
El centro de fisioterapia le cambió la vida. "Al principio era difícil porque hacía tiempo que no habíamos corrido, llevábamos años sentados", bromea el joven de 24 años.
"Con el entrenamiento mi cuerpo es más fuerte que antes, puedo volver a hacer un montón de cosas que no conseguía, como llevar una bombona de gas", explica.
"Hay que tener autoestima y no perder la esperanza. La vida no se detiene", añade este padre que trabaja como conductor para una asociación caritativa.
Pero la guerra, que segó más de 340.000 vidas desde 2011, sigue ahí. El sábado uno de los jugadores murió en la explosión de una bomba en una plaza de Idlib.