El verano ha terminado oficialmente en la mitad sur del planeta, dando paso al otoño. Las hojas de los árboles se tiñen de un color rojizo y poco a poco van cayendo, dejando una alfombra anaranjada sobre el suelo.
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Mientras tanto, en el hemisferio norte, las personas reciben la primavera y, con ella, el equinoccio de marzo.
El equinoccio (del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”) es el momento en el que la duración del día y la noche prácticamente coinciden en cualquier punto de la Tierra.
El Sol se sitúa en el plano del ecuador terrestre, donde alcanza el cenit. El paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste coinciden, lo que implica que la jornada diurna tenga igual duración que la nocturna.
Sus fechas varían año con año debido al modo en que la duración de la órbita de la Tierra alrededor del Sol (conocida como “año trópico”) encaja en la secuencia de años bisiestos del calendario, aunque durante el siglo XXI el equinoccio de primavera puede darse (a lo sumo) en tres fechas distintas: 19, 20 y 21 de marzo, explica una nota de El País.
En ese sentido, la NASA publicó una serie de impresionantes imágenes de la Tierra que muestran la división entre el día y la noche de forma vertical. Estas fueron captadas por el satélite Meteosat-9, de EUMETSAT, desde la órbita terrestre geosincrónica.
Asimismo, la agencia espacial compartió una animación donde se observan los cuatro cambios de las estaciones, relacionados con la posición de la luz solar en el planeta.
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La NASA explica que en la secuencia de imágenes no es el Sol el que se mueve hacia el norte o sur a través de las estaciones, sino un cambio en la orientación y ángulos entre la Tierra y el Sol.
El eje del planeta Tierra presenta una inclinación de 23.5 grados en relación al “astro rey” y el plano de la eclíptica. El eje se inclina lejos del Sol en el solsticio de diciembre y hacia este durante el solsticio de junio, esto extiende, más y menos luz, en cada hemisferio.