Thelma Aldana no puede salir sola a la calle de su país y quizá nunca podrá hacerlo de nuevo.
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Ser la fiscal general que envió a un presidente a la cárcel y desarticuló varias estructuras criminales en Guatemala le valió el reconocimiento internacional, pero eso tuvo un costo: su seguridad. Tan sólo en 2016, el Ministerio de Gobernación confirmó que una estructura criminal había planeado y pagado un atentado contra ella, por lo que hoy cuenta con medidas de protección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La guatemalteca de 62 años dejará su cargo el próximo 16 de mayo y será reemplazada por María Consuelo Porras, actual magistrada suplente de la Corte de Constitucionalidad y recién elegida por el presidente de entre seis candidatos.
En los cuatro años que mantuvo el puesto, en colaboración con la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), Aldana encabezó una lucha anticorrupción que alcanzó a la agrupación que habría liderado el expresidente Otto Pérez Molina, acusado de defraudar al Estado por varios millones de dólares y hoy preso junto con su entonces vicepresidenta Roxana Baldetti y otros funcionarios cercanos.
Pérez Molina no era cualquier presidente: antes de ocupar el cargo fue general de uno de los ejércitos más temidos durante los años de la guerra civil de Guatemala (1960-1996), un hombre que quizá no imaginó que su peor pesadilla no lo confrontaría en un campo de batalla, sino en una sala de justicia y llevaría el nombre de Thelma Aldana.
Aldana es “La jefa”. Sus colaboradores más cercanos la llaman así por distintos motivos. Es puntual y como toda buena abogada lee todo lo que cae en sus manos. La expresión de su rostro es dura y no es fácil descifrar lo que piensa al mirarla: cuando aparecía ante las cámaras de la prensa y ponía al descubierto una nueva red de corrupción en el país, mantenía su temple y la mirada impávida.
Parecería que el único que puede “dominarla” es Toby, su pequeño perro Shitzu de cinco años. Cuando habla de él, la cara de Aldana sí se transforma. La fiscal sonríe cuando lo menciona y cuenta que cuando necesita llevarse trabajo a casa transporta sus archivos en una caja de cartón en la que a Toby gusta echarse. Y así, con su mascota recostada sobre los documentos que podrían enviar a criminales y políticos tras las rejas, una de las fiscales más renombradas de América Latina se sienta a leer.
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Su nombre no sólo se ha impreso en los titulares de diarios regionales: en 2017, la revista Time la nombró como una de las 100 personas más influyentes del mundo junto a figuras como Neymar, Colin Kaepernick o Viola Davis.
Para ella tampoco es poca cosa haber revisado más de 450 casos durante su gestión. “Luchar contra la corrupción es un proceso y no es fácil”, dice.
Sólo en 2017 el organismo que lideraba obtuvo 9,358 sentencias condenatorias y aunque aún falta mucho por hacer, en 2014 la fiscalía tenía 1.280.378 expedientes por resolver, cifra que a la fecha se redujo más del 50%.
El camino que siguió para convertirse en fiscal general fue largo. Inició en 1981 en uno de los puestos más bajos de la administración de justicia como conserje de juzgado y escaló poco a poco hasta convertirse en presidenta de la Corte Suprema en 2011. Y una vez como fiscal, quizá ni sus colaboradores más cercanos imaginaban lo que podría alcanzar en el puesto. El mismo Pérez Molina, que fue a la cárcel por ella, la eligió para el puesto en mayo de 2014 entre rumores de vínculos y cercanía, que en su momento él negó.
Algunos guatemaltecos pensaban que al ser electa por el expresidente las acusaciones por corrupción en su contra no se investigarían y que no habría justicia, pero sucedió justo lo contrario. Ahora ella dice que eso le hace sentir muy orgullosa y asegura que nadie se acercó a ofrecerle sobornos.
“Una parte de la Biblia dice: por sus obras los conoceréis, y yo hice mi mejor esfuerzo”, dijo la fiscal a la AP. “Con toda humildad, me voy con la frente en alto”, aseguró al cuestionársele si alguna vez consideró no tomar medidas contra el entonces presidente.
Iván Velásquez, el titular de la CICIG, cuenta que trabajar con ella tiene un balance positivo y que la considera una mujer fuerte y valiente. Y aunque la confianza entre ambos no surgió desde el primer momento, dice Velásquez, el trabajo en común le parece una experiencia satisfactoria que con todo y sus diferencias siempre llegó a consensos en armonía.
El caso que afianzó sus coincidencias fue justamente el de Pérez Molina. Según el abogado colombiano que desde 2013 lidera la CICIG, el caso contra el exmandatario fue “de un momento muy crítico”, pero Aldana no dudo en tomar las acciones pertinentes.
Durante su gestión, Aldana ha sido víctima de amenazas, persecuciones y difamaciones. Aunque podía, decidió no volver a postularse como fiscal para evitar más riesgos y está convencida de que el actual presidente Jimmy Morales –señalado por la fiscalía y la CICIG por hechos de corrupción– nunca la hubiera elegido para volver a ocupar el cargo.
Al hacer un balance de su trabajo, la fiscal califica estos últimos cuatro años como los más difíciles de los 37 que ha dedicado al sistema de justicia de su país e incluye su paso como expresidenta de la Corte Suprema de Justicia.
Uno de los momentos más duros de su gestión, dice Aldana, llegó el día en que el presidente Morales –a quién ella y Velásquez intentaron investigar por financiamiento electoral ilícito– intentó expulsar al comisionado del país. “Hasta anuncié que si se iba yo renunciaba”, dijo a la AP.
La fiscal además recuerda con tristeza cuando se enteró de la muerte de 41 niñas en un hogar de acogida estatal el 8 de marzo de 2017, cuando éstas intentaron fugarse y al no conseguirlo incendiaron la habitación donde las habían encerrado bajo llave. El fuego también dejó quemadas gravemente a otras 15 menores. Los fiscales bajo su mando lograron que diez exfuncionarios fueran detenidos por el caso
Casi al término de su gestión, “La jefa” confesó tener una deuda con su familia, pues al dejar del cargo deberá tratar de recuperar el tiempo que perdió con sus dos hijos, de 21y 24 años.
Aldana asegura que el costo personal de haber sido fiscal general ha sido grande, ya que para cuidar su seguridad tuvo que dejar de hacer cosas cotidianas
“No voy prácticamente a lugares públicos y no puedo caminar en las calles. Siempre tengo que estar con un aparato de seguridad; mi estilo de vida cambio bastante”, y añade que una de sus preocupaciones ahora que finaliza su gestión es garantizar su seguridad y la de su familia. “Entonces será responsabilidad del Estado guatemalteco la vida mía, protegerla, y la de mi familia”, sentencia.
De cara a esta situación, Guatemala deberá acatar la orden de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que ordenó medidas cautelares de protección para Aldana y sus familiares. “Sé que hemos investigado estructuras criminales poderosas y en consecuencia debo conducirme con mucha cautela”, explica.
En el futuro cercano, “La jefa” quisiera pasar sus días en un aula frente a estudiantes. Dice que le apuesta a la docencia porque con la experiencia de haber llevado a prisión a más de 100 estructuras vinculadas al crimen y la corrupción en el país, sus enseñanzas serán de utilidad para los jóvenes.
Aldana no saldrá de su oficina con las manos vacías. Entre los documentos que seguramente conservará hay decenas de premios y reconocimientos que le han entregado por su trabajo, entre ellos, el de Mujeres Valientes del Departamento de Estado, el Premio Internacional de Qatar “Excelencia Anticorrupción” –ambos otorgados en 2016– y la vara de autoridad que le fue entregada por líderes indígenas guatemaltecos, uno de sus favoritos.
Al preguntarle cómo le gustaría que la recuerden, Aldana muestra su orgullo por los esfuerzos que encabezó para mejorar la atención a nivel nacional de los casos de violencia hacia la mujer y dice que espera haber dejado en la mente de los guatemaltecos que la independencia de la fiscalía general si es posible.
“Es un bien preciado”, asegura.
Los días que vendrán serán menos complicados. Tras su salida de la fiscalía, que coincide con el inicio de la Copa del Mundo en Rusia, “La Jefa” tratará de disfrutar momentos más mundanos: ver el mundial completo en televisión y en tiempo real.
“Siempre he tenido que verlo en la noche, en diferido, pero ahora tengo el deseo de verlo en directo y luego veré que hago con mi vida profesional”, dice.