Las calles de la aldea El Rodeo, Escuintla, se mantienen desoladas; sin embargo, cuando empieza a calentar el sol los propietarios se acercan de nuevo a sus viviendas, algunos para cuidar a sus mascotas y otros porque han decidido desalojar. Ellos evacuaron el domingo 3 de junio debido a la erupción del volcán de Fuego.
Un picop cargado de camas y algunos electrodomésticos es parte del paisaje en la carretera principal de la aldea. Jesús Martín Pereira, acompañado de sus dos hijos llevan a cabo el desalojo. “Es mejor usted, porque la vida de uno vale más, lo material ahí vamos viendo como se hace”, comenta el vecino, quien trabaja como guardián del centro universitario.
El pasado lunes 11 de junio un lahar descendió del coloso y arrastró material volcánico, lo que provocó el bloqueo de al menos cuatro kilómetros de la carretera. Según los pobladores, esto no se había registrado, y sumado a la tragedia de San Miguel Los Lotes, “es mejor desalojar”.
“Prácticamente es la herencia de mis hijos”, comenta don Jesús Martín, mientras continúa cargando el picop, el cual ha alcanzado su límite, pero hace falta un sofá. El terreno mide 13 metros de frente por 160 de largo. “Este iba a salir hasta la carretera y cabal por ahí paso el lahar con grandes piedras y el agua hirviendo”.
Don Jesús alquiló un cuarto en Escuintla y ahí llevó todas sus pertenencias. Él con su familia están albergados en el Centro Universitario del Sur (Cunsur), desde el domingo que el coloso tuvo la más fuerte erupción desde 1974; sin embargo, aún desconocen qué medidas tomarán debido a que están conscientes de que las clases pronto se reanudarán.
Los pollos
Desde hace unos ocho meses, Jeimmy Roldán compró una gallina y un gallo, esto ha generado que más de 50 pollos ronden por el patio de su casa, el cual se mantiene cubierto por una capa de arena volcánica. “Estamos en un albergue, pero hasta hoy pude encontrar a alguien que tenga a mis animales”, expresa, mientras amarra a dos pollos con un mismo lazo.
Jeimmy enviudó hace nueve años, y ahora sale adelante con sus tres hijos con el apoyo de sus padres. “Nosotros no sabemos qué hacer, ahorita estamos en un albergue, pero esto no será por mucho tiempo, no sabemos cómo pero tenemos que salir adelante”.
Este panorama se repite en cada familia que reside en El Rodeo, en donde al menos 4 mil personas residen desde 1937, fecha cuando se fundó la aldea.
Freyser de la Roca ha llegado a su casa y abre la puerta de lámina, la cual intentó asegurarla con un lazo. “Estamos en un albergue pero siempre venimos en el día para cuidar nuestras cosas”, expresa, y se lamenta que el terreno en donde ha vivido durante años no esté ubicado en un mejor lugar.
Rondas de seguridad
Algunos vecinos han reportado que han sido víctimas de robo, es por ello que se han organizado y mantienen patrullajes. “Nosotros nos juntamos a las 6 de la noche y hasta las 5:30 de la mañana terminamos”, asegura Rubén Martínez, quien forma parte de esa comitiva.
Don Jorge Espino indica que los ladrones han aprovechado que las familias fueron evacuadas y es por ello que se han organizado para vigilar el sector. “Solo están esperando que anochezca para entrar a robarle y nosotros nos dividimos en toda la aldea para evitar esto”.
Algunas familias se han ido a albergues y como seguridad han dejado a sus perros, es por ello que al caminar por los callejones desolados únicamente se escuchan los ladridos de los caninos, quienes esperan que regresen por ellos o bien que les lleven agua y comida.
“No te pongas triste”
Victoria Sánchez señala que la situación por la que están pasando es difícil, pero asegura que pueden salir adelante. “Ya le he dicho a mi esposo, no te pongas triste porque vamos a empezar de cero”, dice Victoria después de recibir algunos donativos que personas llevaron a la aldea El Rodeo.
“El problema es en la noche y cuando llueve, porque no se ve nada y el volcán hace mucho ruido”, dice María Magdalena Santos, quien tiene la esperanza que todo vuelva a la normalidad para regresar a su vivienda con sus hijos y nietos.
En tanto, Byron Canil regresó a su vivienda con su esposa y dos hijos; sin embargo, solo fue a traer algunas cosas para después regresarse al albergue. Todos los vecinos están conscientes de la tragedia que sucedió y es por ello que han decidido desalojar, pero no dejan de preguntarse qué pasará cuando reinicien las clases y cuando deje de llegar la ayuda.