Políticos y activistas se dirigieron el lunes a la frontera sur para visitar los centros de detención de inmigrantes de Estados Unidos y ejercer más presión sobre el gobierno del presidente Donald Trump, en un ambiente de indignación por la política inmigratoria de separar a niños de sus padres.
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Un grupo de legisladores visitó el domingo una antigua bodega en el sur de Texas en donde cientos de menores son detenidos en jaulas de malla metálica, una de las cuales encerraba a 20 chicos.
“Esos niños ahí dentro que han sido separados de sus padres ya están traumatizados”, dijo el senador demócrata Jeff Merkley de Oregon. “No importa si el piso está limpio y las sábanas bien tendidas”.
Casi 2.000 niños fueron separados de sus familias durante un período de seis semanas entre abril y mayo, después que el secretario de Justicia Jeff Sessions anunció una política de "cero tolerancia" que ordena que todos los arrestados por entrar al país sin autorización sean referidos a la fiscalía para que se les presenten cargos. Grupos religiosos y defensores de derechos humanos han criticado duramente la política, calificándola de inhumana.
La política ha dividido a los republicanos. La ex primera dama Laura Bush dijo en una columna en el Washington Post del domingo que la práctica de separar a padres y niños inmigrantes a lo largo de la frontera sur del país es “cruel” e “inmoral” y “me rompe el corazón”. Bush comparó la política con el confinamiento de los japoneses-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
El gobernador de Massachusetts, Charlie Baker, calificó la política de “cruel e inhumana” al dar marcha atrás a su decisión de enviar un helicóptero de la Guardia Nacional de su estado a la frontera. Los defensores de migrantes anunciaron que se manifestarán afuera de la corte federal en Phoenix la tarde del lunes en protesta.
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Trump defendió enfáticamente su política el lunes y de nuevo culpó falsamente a los demócratas. “Estados Unidos no será un campamento de migrantes y no será un centro de refugiados”, dijo.
En San Diego, el representante Juan Vargas y la banca hispana del Congreso dirigieron una visita el lunes a varios centros de detención de inmigrantes. Vargas, la líder demócrata Nancy Pelosi y otros legisladores federales, esperaban reunirse con hombres, mujeres y niños detenidos en la frontera.
Al interior de la bodega, cientos de niños esperan en recintos metálicos. Esparcidos por ahí había botellas de agua, bolsas de papas fritas y cobijas que parecían grandes láminas de papel aluminio.
Fue el mismo centro al que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos le permitió a la prensa visitar brevemente el domingo. Los agentes no permitieron que los reporteros entrevistaran a detenidos o tomaran fotos.
Más de 1.100 personas estaban al interior del centro, dividido en alas separadas para niños no acompañados, adultos solos y madres y padres con niños. Las jaulas se abren hacia áreas comunes para que los detenidos puedan utilizar baños portátiles. La luz está prendida día y noche.
El lunes, en una corte federal de McAllen, algunos de los aproximadamente 80 inmigrantes que se declararán culpables por cargos inmigratorios le preguntaron al juez cosas como: “¿Qué pasará con mi hija?”, ¿qué pasará con mi hijo?”.
El juez respondió que no sabía.
Con la política de “tolerancia cero”, los padres por lo general son enviados a la corte mientras los niños van a instalaciones del gobierno. Ha habido historias de niños separados de los brazos de sus padres sin que éstos conozcan su paradero.
En el Valle de Río Grande de Texas, el corredor más transitado de gente que intenta entrar a Estados Unidos, agentes de la Patrulla Fronteriza argumentan que tienen que tomar medidas severas contra los migrantes y separar a los adultos de los niños para desmotivar a que otros intenten llegar al país sin autorización.
“Cuando exoneras a un grupo de personas de la ley… eso crea atracción”, dice Manuel Padilla, principal agente de la Patrulla Fronteriza en la zona.