El papa Francisco se negó el domingo a confirmar o rechazar las acusaciones del exnuncio apostólico del Vaticano en Estados Unidos de que el pontífice sabía en 2013 de las acusaciones de abusos sexuales que enfrentaba el exarzobispo de Washington, Theodore McCarrick, pero a pesar de ello lo rehabilitó.
Francisco señaló que el texto de 11 páginas del arzobispo Carlo Maria Vigano, que en algunas partes puede interpretarse como un ataque homofóbico contra el papa y sus allegados, “habla por sí mismo” y que no comentaría al respecto.
Durante una conferencia de prensa a bordo del avión papal, un reportero estadounidense le preguntó al pontífice si eran ciertas las afirmaciones de Vigano de que ambos hablaron en 2013 sobre las acusaciones a McCarrick. A Francisco también se le preguntó sobre los alegatos de Vigano de que McCarrick ya estaba sancionado en ese momento, pero que el papa lo rehabilitó.
El pontífice dijo que leyó el documento de Vigano y confiaba en que los periodistas sacaran sus propias conclusiones.
Los sitios web conservadores National Catholic Register y LifeSiteNews publicaron el domingo la carta de Vigano mientras el papa concluía un viaje de dos días a Irlanda en el que predominó el tema de los escándalos de abusos sexuales cometidos por el clero.
Vigano, de 77 años, un religioso conservador cuya postura hostil hacia la homosexualidad es bien conocida, exigió la renuncia del papa reformista por lo que describió como la culpabilidad de Francisco al encubrir los delitos de McCarrick.
El pontífice aceptó la renuncia de McCarrick como cardenal el mes pasado, después de que una investigación de la Iglesia estadounidense determinó que la acusación de que había abusado de un menor de edad era creíble.
Desde entonces, otro hombre ha confesado que McCarrick empezó a abusar de él a partir de los 11 años, y varios otros exseminaristas han dicho que el cardenal los acosó y abusó de ellos. Las acusaciones han generado una crisis de confianza en la jerarquía de la Iglesia estadounidense y del Vaticano, porque aparentemente era un secreto a voces que McCarrick invitaba con frecuencia a seminaristas a su casa en la playa, y a su cama, en Nueva Jersey.
Sumado a las demoledoras acusaciones de abuso sexual y encubrimiento en un informe reciente de un jurado investigador en Pensilvania, que halló que 300 sacerdotes abusaron de más de 1.000 niños a lo largo de 70 años en seis diócesis, el escándalo ha generado exhortaciones para que se haga justicia y a que el Vaticano investigue a fondo sobre quién sabía qué y cuándo sobre McCarrick.
Aparentemente Vigano intentó responder algunas de esas preguntas. En su carta identifica por nombre a los cardenales del Vaticano y a los arzobispos estadounidenses que fueron informados sobre las andanzas de McCarrick, una acusación absolutamente inusual para un diplomático del Vaticano. Señaló que en los archivos de la Santa Sede hay documentos que respaldan su versión de los hechos.