El regreso parecería atípico ante un éxodo sin precedentes en la historia Venezuela, cuya economía es cada vez más agonizante y según el Fondo Monetario Internacional podría cerrar el año con una inflación de hasta un millón por ciento. Para algunos, la situación es tan dura que una creciente cantidad de personas se han mostrado dispuestos a migrar incluso caminando rumbo a otros países de la región.
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Los migrantes, entre los que se encontraban 22 niños, se reunieron en la víspera en dos hoteles cercanos a la embajada de su país en Lima donde almorzaron, cenaron y prepararon maletas. Luego, la mañana del lunes fueron en dos buses hasta el principal aeropuerto de Lima donde contaban las horas para regresar a Venezuela en un avión de la estatal Conviasa, confirmaron autoridades de la embajada venezolana que prefirieron el anonimato por no estar autorizados para declarar.
Los retornantes coincidieron en que esperaban soportar terribles dificultades en su propio país.
Robinson Martínez, un simpatizante del presidente Nicolás Maduro e ingeniero mecánico de 32 años, retornaba con su hija Victoria, de ocho años, mientras su esposa se quedó laborando en Perú tras llegar a Lima en febrero en un viaje de cinco días por bus.
“El Perú abrió las puertas, pero tampoco implementó algo planificado, solo abrió su corazón”.
Para esta familia, las cosas pintaban bien hasta mayo pasado: ella vendía dulces e incluso pudo enviar remesas de hasta 15 dólares a sus familiares. En junio, con la llegada del invierno y de miles de paisanos, todo cambió. Ya no vendía muchos caramelos, el alquiler se duplicó y comenzaron a vivir escasez.
Robinson dijo que él y su esposa Célida Hernández leyeron por redes sociales un ofrecimiento que Maduro realizó el 16 de agosto para ayudar a los jóvenes migrantes a través de un programa denominado plan “Vuelta a la patria”. Como Robinson no conseguía empleo y Célida sí lo logró en una radio local, decidieron que él y Victoria volverían a Falcón, el estado venezolano donde vivían.
Aury Durand, de 24 años y residente en el estado de Portuguesa, estaba sola y con ocho meses de embarazo. Decía sentir una mezcla de “felicidad y rabia” al dejar Perú después de siete meses.
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“No vamos a englobar a todos, pero mi experiencia no fue grata. Fue terrible la explotación laboral, la xenofobia, son cosas horribles que viví”.
En tanto, los directores de Migración de Brasil, Colombia, Ecuador y Perú mantendrán lunes y martes una reunión a puertas cerradas en Bogotá para revisar “la forma en que los países receptores de migración de miles de venezolanos vienen atendiendo a esta población en materia de educación, salud, trabajo y regularización migratoria, con el fin de buscar estrategias conjuntas para implementar”, informó Migración Colombia en un comunicado.
El director de Migración Colombia, Christian Krüger, señaló que “la migración que se está dando hoy en día es por hambre, por temas de salud… por esas medidas de expulsión migratoria del señor Maduro. En la manera que no trabajemos esto de manera coordinada, de manera regional, vamos a tener impactos en estos países y no es responsabilidad de los países vecinos”.
Al fin del encuentro el martes se dará a conocer una declaración conjunta.
Desde el sábado, Perú exige pasaporte para permitir el ingreso de los migrantes venezolanos.
El requisito del pasaporte sigue a una medida similar tomada por Ecuador que, como Perú, recibe a miles de venezolanos que huyen de la crisis económica y social en su país. Las autoridades sostienen que el requisito es necesario para saber quién está entrando al país y qué le sucede una vez en territorio nacional.
Obtener un pasaporte se ha vuelto cada vez más difícil en Venezuela debido a la escasez de papel y tinta y lograr una cita puede tomar meses.
Naciones Unidas estima que 2.3 millones de venezolanos han huido desde 2014 de su país. Muchos realizan largas caminatas por tierra a través de Colombia y Ecuador con la esperanza de llegar a Perú u otros países más al sur como Chile y Argentina.