Con ceremonias oficiales, misas, un megasimulacro y protestas, los mexicanos recuerdan este miércoles los devastadores sismos que han golpeado al centro del país el 19 de septiembre: el de 2017, con 369 muertos, y el de 1985, con más de 10,000.
La jornada en recuerdo de las víctimas comienza, como ocurre desde hace más de tres décadas, en el Zócalo (plaza central) de Ciudad de México, con una ceremonia a las 07H19 (12H19 GMT), el momento en que en 1985 un devastador terremoto de 8.1 grados estremeció a la capital, dejando en ruinas amplios sectores.
Cuando apenas amanezca en la capital, militares saldrán del Palacio Nacional para colocar a media asta en señal de luto la monumental bandera mexicana, en un acto al que asistirá el presidente Enrique Peña Nieto.
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La tragedia de 1985, en la que multitudes de mexicanos se convirtieron en improvisados rescatistas ante un gobierno superado por la catástrofe, llevó a desarrollar mecanismos de protección civil, como megasimulacros y una alerta sísmica que da al centro del país hasta un minuto de tiempo para ponerse a salvo de un terremoto con epicentro en el Pacífico.
Desde 2015, cuando el atronador y estresante sonido de la alerta empezó a ser replicado por más de 8.000 altavoces en la capital, se realiza un megasimulacro en el que se desalojan edificios públicos y privados.
El puño en alto se convirtió en símbolo de la tragedia. Era la señal con la que los rescatistas pedían silencio para poder escuchar señales de vida entre los escombros.
Terremoto real
En 2017 se realizó un ejercicio similar a las 11H00 (16H00 GMT). Dos horas y 14 minutos después, el centro del país fue sacudido por un terremoto real, de 7.1 grados y cuyo epicentro fue en una zona poco habitual, a sólo 120 km de la capital.
Esa vez el sistema de alerta, cuya señal debe adelantarse en una auténtica carrera a las ondas telúricas y que funciona idealmente con terremotos del Pacífico, no tuvo tiempo de ganarle. Tras la primera sacudida, retornó "alerta sísmica".
No hubo tiempo para desalojos ni buscar sitios dónde protegerse, decenas de edificios colapsaron por completo y centenares más quedaron dañados.
La sacudida no fue la única causa de la tragedia, contribuyó también la voracidad de las constructoras y la corrupción de las autoridades, que no vigilaron el estricto reglamento de construcción adoptado después de 1985.
Al menos dos edificios de apartamentos estrenados en 2017 se vinieron abajo, lo mismo que construcciones ya viejas a las que se les añadieron pisos al margen de la ley.
Misas y protestas
El colegio privado Enrique Rébsamen se convirtió en el epicentro de la tragedia y de la corrupción. Ahí murieron 19 niños y siete adultos.
Una sección del colegio se desplomó como resultado, según peritos, del peso de un departamento que la dueña de la escuela, prófuga de la justicia, construyó sobre aulas de clase con permisos irregulares.
Este miércoles, padres y familiares de las víctimas del Rébsamen realizarán una misa en recuerdo de los pequeños y los siete adultos.
También en el sur, los damnificados de la unidad habitacional Tlalpan, que siguen a la espera de la reconstrucción de sus viviendas -un centenar aún vive en un improvisado campamento- rendirán homenaje a las víctimas.
Los vecinos de este conjunto estrenado en 1957 realizarán una manifestación hacia el Zócalo para reclamar que se cumplan los compromisos de apoyo a los damnificados pues temen que la nueva alcaldesa, que asume el 5 de diciembre, revise cada caso como ha advertido.
"La sensibilidad de los gobiernos, tanto del que se va como el que viene, debe estar a la altura de las circunstancias, respetando los acuerdos", demanda Héctor Toledo, ingeniero civil de 40 años y uno de los representantes de la unidad habitacional.