El arte y la cultura se mezclan en Cantarranas, en Francisco Morazán, Honduras, un pintoresco pueblo hondureño con profundas raíces históricas que a unos 45 kilómetros de la capital atrae a los turistas.
Fundado en 1966 en una ruta que comprende varios poblados con raíces mineras, como Tegucigalpa, Valle de Ángeles y San Juancito, Cantarranas se levanta con estructuras coloniales españolas entre estribaciones montañosas bañado por ríos y quebradas, con una población de 16.000 habitantes.
En las paredes de barro o concreto de las viviendas con techos de teja, que se erigen entre calles empedradas, resaltan murales de colores llamativos pintadas por habilidosas manos de artistas que dan mayor atractivo a la comunidad.
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Los murales representan retazos de la naturaleza que rodea al municipio, los bosques, las aves como la guacamaya, a la gente laboriosa del lugar, como los comerciantes y los campesinos que labran la tierra en los alrededores.
También la belleza de la mujer, las artesanías y los productos como el maíz, base alimenticia diaria de los hondureños.
Los mayores atractivos del paraje son el senderismo entre montañas con frondosos árboles de hoja ancha en un clima fresco, balnearios de aguas cristalinas, la gastronomía y las ventas de piezas de alfarería.
Contrario a otras ciudades hondureñas, Cantarranas está a salvo de la violencia delictiva, por lo que atrae a visitantes de la capital y otras localidades.