Grupos reducidos de migrantes comenzaron a llegar los últimos días a la ciudad mexicana de Tijuana, fronteriza con la estadounidense San Diego.
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Un grupo de casi un centenar de transexuales y algunos homosexuales llegó a esa ciudad del estado de Baja California el domingo, y el martes arribaron otros 350 migrantes, todos integrantes de la gran caravana.
Emocionados, corrieron a la playa a bañarse y metían la cabeza entre las rejas metálicas de la frontera para divisar su sueño dorado.
En tanto, el grueso de la caravana aceleraba el paso por el estado de Sinaloa.
Por primera vez desde que iniciaron su periplo, los migrantes no pasaron la noche del martes en un campamento.
Tras sortear muchos obstáculos, llegaron al atardecer del martes a la garita carretera de La Concha, en Sinaloa, donde hay un gran estacionamiento para los tráileres de carga que van de paso.
Ese espacio, con sanitarios y luz eléctrica, pudo haber servido de campamento, pero los migrantes prefirieron enfrentar el intenso frío nocturno de esta zona de México con fuerte presencia del narcotráfico para continuar su ruta al norte.
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La próxima escala es Navojoa, en Sonora, un vasto estado fronterizo con Estados Unidos.
Llegar cuanto antes
"Queremos llegar cuanto antes, lo más rápido posible, tenemos más de un mes fuera de nuestro país", dijo Saúl Rivera, un salvadoreño de 40 años, de los primeros en llegar a La Concha y lograr trepar a uno de los numerosos buses que consiguió un sacerdote activista.
Orquestando la complicada logística del operativo junto a la policía local, el sacerdote Miguel Ángel Soto aseguró que el trayecto hasta Navojoa, de más de nueve horas en carretera, es "el más largo que han emprendido en autobús" desde que se formó la caravana.
Vistiendo camiseta y gorra en vez de sotana, el religioso comentó que todos quieren llegar a Tijuana.
"Cuando mencionamos la palabra Tijuana es una euforia para ellos".
Con el brazo entumecido de tanto cargar a su bebé, la hondureña Lilian Canales pronostica mientras espera un autobús:
"¡Vamos a llegar más pronto de lo que imaginábamos!".
"Lo que queremos es llegar allá, descansar, y ver lo que Dios tiene preparado para nuestras vidas", dice la mujer de 23 años. "Ni me imagino lo que va pasar, pero lo que sí pienso es no separarme de mi bebé", como han tenido que hacer tantas familias migrantes al ser aprehendidas por la patrulla fronteriza de Estados Unidos.
Así, tras recorrer unos 2 mil 500 kilómetros desde Honduras, los migrantes amanecieron el miércoles sobre los buses que salieron toda la noche desde La Concha.
Ante la inminente llegada de la caravana, Estados Unidos cerró las garitas fronterizas de San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California, con barricadas y alambres de púas.
El pasado 9 de noviembre, el presidente Donald Trump decretó el fin de los pedidos de asilo para quienes ingresen ilegalmente al país, en un intento de disuadir a los centroamericanos que buscan su sueño americano para escapar de la pobreza y violencia de sus países.
"Ya tenemos información de eso, pero venimos en la lucha (…) Trump puede poner lo que quiera poner, pero para Dios no hay obstáculos ni para nosotros", desafió Rivera, quien era albañil y chofer en su natal Salvador.
A pesar de su fe, el sacerdote Soto es menos optimista:
"Van determinados pero no van a pasar. Se va a hacer un cuello de botella en Tijuana, y no están preparados para recibir tanta gente".
"Queremos trabajar"
Trump ha calificado a los migrantes de "criminales" y acusa a la caravana de impulsar una "invasión". Para contenerlos, dispuso el envío de hasta 9 mil soldados a su frontera sur.
Victor de Leon, un migrante guatemalteco que ya está en Tijuana, dijo que espera que el mandatario cambie su postura.
"El 99 % somos gente de bien, y estamos esperando a hacer las cosas en paz; que Donald Trump se dé cuenta de la necesidad real que tenemos; que no es de venir a hacer daño, es de venir a encontrar una oportunidad que en México y en nuestros países se nos ha negado".
En tanto, Rivera dijo fue enfático en que lo que quiere es "trabajar. Robar, no".
Para este padre de familia, que ya intentó cruzar la frontera hasta diez veces, "Estados Unidos está arriba porque a los gringos directamente no les gusta trabajar". "La mano de obra es de nosotros (los latinos)".
La caravana llegó a sumar 7 mil integrantes, según Naciones Unidas, pero muchos han claudicado en el camino hasta llegar a los 6 mil (de los cuales 902 menores) que arribaron a Guadalajara, según cifras de autoridades locales.
Además de hondureños, se sumaron migrantes de Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela.
A esta gran caravana le siguen a la distancia otras dos, con unos 2 mil migrantes cada una.