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Sobreviviente del Holocausto: “Si perdemos la memoria, la gente podría pensar que las persecuciones nunca ocurrieron”

Corre niño, corre… del gueto de Varsovia. Stefano, que ahora tiene 80 años, ha sobrevivido literalmente a un infierno: solo, escondido en un ático de los alemanes, secuestrado por personas sombrías, maltratado como un judío marginado en un orfanato en Cracovia.

Esas experiencias terribles finalmente terminaron en 1946, cuando junto con su madre, Stefano se reunió con su padre, que luchó en la Batalla de Monte Cassino, también conocida como la Batalla por Roma, en Nápoles. Ese fue el año en que su familia milagrosamente logró reunirse decidiendo quedarse en Italia.

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Publinews Internacional se reunió con Stefano en Milán, la ciudad donde obtuvo la ciudadanía del país y renunció a la polaca; completó sus estudios y más tarde dirigió la compañía de su padre.

Me gustaría conocer a Roman Polański (cineasta, productor, escritor y actor franco-polaco. Ed.). Vivimos experiencias similares”, le dijo a Publinews Internacional.

Aquí nos cuenta su historia, sin revelar su nombre real, para demostrar que el mal estuvo presente, en sus recuerdos íntimos y dolorosos que involucran a la familia. “No quiero que mi nombre sea mencionado en la publicación”, insistió.

La entrevista

  1. Stefano, cuéntanos de tu familia.

Nací en Varsovia en 1937. Mi madre se llamaba María Zimnowoda y mi padre Jerzy. Era una familia de clase media. El lado de mi madre eran judíos ortodoxos, hablaban yiddish. El de mi padre eran integrados. Mi padre era ingeniero y tenía una fábrica de componentes eléctricos. Cuando estalló la guerra en 1939 con la invasión alemana, mi padre fue reclutado como oficial y enviado al este del país, donde atacaron los rusos. Fue capturado y enviado a un gulag en Siberia”.

  1. Eso fue una suerte para él.

Cuando lo liberaron, se unió al batallón polaco del general Anders y se trasladó a Palestina y luego a Italia. Luchó en Montecassino con los ingleses. Durante años no escuchamos noticias sobre él”.

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  1. Mientras tanto, usted y su madre estaban en Varsovia, donde en 1940 la Alemania nazi creó el gueto. Eras un niño en ese entonces, ¿qué recuerdas?

Mi madre, mi abuela materna, una tía paterna y yo nos vimos obligados a mudarnos al gueto. Las condiciones eran muy difíciles, la gente moría de hambre. Por suerte, teníamos algo que comer, mi madre trabajaba en una fábrica alemana. Recuerdo cómo otros comían caballos”.

  1. ¿Caballos?

Al igual que la gente, morían de hambre en las calles. La gente salía apresuradamente con cuchillos y hachas para desmembrarlos. Me negué a comer carne de caballo, me daba repulsión. Para mí eran casi mascotas. Fue uno de mis primeros recuerdos de la infancia. También hay un recuerdo de gran dolor físico”.

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  1. Cuéntenos.

Me tendieron sobre la mesa de la cocina para una especie de cirugía plástica reconstructiva para reconstruir mi prepucio. Lo hicieron para hacerme pasar por no judío. No recuerdo detalles, solo recuerdo el anestésico ineficaz, los medicamentos dolorosos, el fracaso”.

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  1. ¿Temías a los alemanes?

La cosa era así: todos los días en el gueto, los alemanes rodeaban un edificio y llevaban a todos los habitantes a la Umschlagplatz (área, donde los judíos del gueto eran reunidos para ser deportados a los campos de la muerte).

En la plaza frente a la antigua estación de bienes, convertida como estación de deportación, hacían la selección. Los sanos o en buena forma eran dejados de lado o llevados a trabajar.

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Los que estaban en mal estado y los niños, especialmente los niños, eran separados de sus familias y deportados en trenes.

Probablemente fue en 1942, cuando estaba solo en casa con mi tía, cuando los alemanes llegaron y nos llevaron a Umschlagplatz.

Mi tía me cogió de la mano, pero nos separamos en medio de la confusión y yo quedé solo, rodeado de adultos y nadie me cuidaba. Es un recuerdo terrible, violento”.

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  1. ¿Cómo te salvaste de la selección?

Un tío, el hermano de mi madre, era un conductor de ambulancia. Tan pronto como supo que estaba allí, me agarró y me llevó a un pequeño hospital de campamento en una esquina de la plaza, donde me vendó completamente. Le pregunté: '¿Por qué me estás vendando? Estoy bien'. Me metieron en la ambulancia y mi tío me sacó milagrosamente de la plaza para volver a casa. Todavía estaba en el gueto, pero estaba a salvo”.

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  1. Luego escapaste del gueto con tu madre. Obviamente, fue antes del levantamiento judío del ‘43.

Sí, fue un plan simple, pero muy arriesgado. La hermana de mi padre vivía fuera del gueto. Se casó con un católico, hijo de un asesor económico del gobierno, una familia rica e influyente. Le pagaron a una mujer no judía con un niño pequeño, que tenía permiso para ingresar al gueto por trabajo. Un día ella nos entregó sus documentos, para que mi madre y yo pudiéramos salir. Recuerdo la larga fila de gente, mi madre sosteniendo mi mano, los alemanes revisando documentos. Afortunadamente, no nos miraron con atención y pasamos. Al día siguiente, la mujer y el niño que habían entregado sus documentos y quedado en el gueto esa noche, recuperaron sus documentos”.

  1. ¿Y tu tía y tu abuela que vivían contigo?
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Nunca supimos lo que les pasó”.

  1. Cuando saliste del gueto, ¿dónde te quedaste?
  2. Inmediatamente obtuvimos documentos falsos. Adoptamos un nuevo nombre arriano, Staniszewski. Mi madre, que no parecía judía y que hablaba muy bien alemán, encontró trabajo en una empresa alemana. Yo me veía bastante semítico, así que fui llevado con una dama muy amable. Ella era maestra y me escondió sin que le pagáramos. Escribió algunas historias sobre mí, fueron publicadas y traducidas al hebreo titulada \'Historia Ciapuša\'. Ciapuša significa debilucho, pero de una manera amable”.
  3. ¿Qué edad tenías? ¿Tu madre iba a verte a menudo?
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Tenía unos cinco o seis años. Rara vez venía a verme. Cuando lo hizo, internamente no la reconocí como mi madre”.

  1. ¿Cuánto tiempo te quedaste con la señora?

No lo recuerdo, pero sí recuerdo el día en que llegaron los alemanes. Estaban buscando a judíos escapados. La señora me dijo: “Escóndete inmediatamente en el ático”. Estaba aterrorizado y mi corazón latía. Me escondí en el interespacio del ático. Un soldado alemán subió, pero no me vio. Después de eso, la señora dijo que ya no se sentía capaz de tenerme. Así que me llevaron a otra casa, donde vivían otros adultos”.

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  1. ¿Lo recibieron de forma gratuita también?

No, esta vez pagamos. Mientras vivía allí tuve otra mala experiencia. Un día llegó un hombre vestido con un uniforme de las SS y otros vestidos de civil. Dijeron que estaban buscando judíos fugitivos, y nos hicieron bajar el pantalón y la ropa interior para ver si estábamos circuncidados. Me escapé, sin salir del patio. Siempre había estado cerrado en departamentos, nunca había estado afuera solo y tenía miedo de correr hacia la calle. Uno de los hombres vestidos de civil me agarró y me apartó con los demás. Pero creo que no eran verdaderos alemanes, solo eran unos enmascarados que buscaban sacar dinero. Pidieron un rescate y lo obtuvieron, gracias a los recursos de la hermana de mi padre”.

  1. ¿Volviste con tu madre?
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Sí. La ciudad estaba en ruinas hacia el final de la guerra. Mi madre y yo vivíamos en una bodega. Lo único que teníamos que comer era harina llena de salvado y mermelada. ¿Te imaginas comer solo cosas dulces por un largo período de tiempo? Te vuelve loco. Durante el Gran Levantamiento del ‘44 (agosto – octubre de 1944), Varsovia fue evacuada, por lo que mi madre y yo fuimos separados nuevamente. La enviaron a un campo de concentración, y yo, después de un viaje de aventura sin fin, a un orfanato dirigido por monjas, cerca de las minas de sal de Wieliczka, cerca de Cracovia”.

  1. ¿Cómo fue?

Terrible. Las monjas comían, nosotros no. Los niños mayores podían trabajar en los campos y obtener algo de comer. Pero yo era demasiado pequeño, casi no comía nada. Estaba en mi límite. También hacía un frío mortal. Entonces un día un granjero y su esposa me adoptaron”.

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  1. ¿Adoptaron?

Sí, eran marido y mujer. Querían un niño adoptado. Ellos me eligieron. Me llevaron a su casa y lo primero que hicieron fue bañarme. Estaba sucio. Pero cuando me desnudaron, se dieron cuenta de que estaba circuncidado. Fue un shock”.

  1. ¿Qué hicieron ellos?
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Eran buenas personas. Tenía la cara hinchada y paperas, así que me curaron y me dijeron que no podían quedarse conmigo. Entonces, me llevaron de vuelta con las monjas al orfanato, y comenzó el infierno”.

  1. ¿Por qué?

Porque ahora sabían que yo era judío. Todos, incluso las monjas, comenzaron a maltratarme. Me convertí en un marginado. Me daban la mitad de mi ración de pan. “Usted es pequeño”, me decían. Pero un día llegó una señora por mí. Ella me trajo un sándwich que devoré, mientras vigilaba a los demás que me miraban con envidia. Me dijo que era mi madre. No la reconocí. Fue una cosa terrible. Había borrado el recuerdo de ella porque me sentía abandonado”.

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  1. ¿Te sacó de allí?

No. Ella tomó una decisión que tuvo un impacto terrible en mí. Ella dijo: “No puedo llevarte conmigo de inmediato. Necesito encontrar la ropa adecuada. Espera unos días por mí. No le creí, pensé que me estaba abandonando de nuevo. Ella debería haberme llevado con ella. Cuando se fue, los otros niños dijeron: 'Ella dijo que ella es tu madre, pero como verás, ¡nunca regresará!'. Fueron días terribles”.

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  1. Aunque volvió.

Sí, con ropa abrigada. Ella tenía un abrigo que pertenecía a un soldado ruso. Era calentito, estaba acolchado con algodón. Había un agujero de bala en el pecho. Era enorme de grande para mí”.

  1. En ese momento, ¿qué hicieron los dos?
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Regresamos a Varsovia en tren. Fue un viaje sin fin. Una vez allí vivimos en una casa medio demolida. Luego nos mudamos a Łódź (la tercera ciudad más grande de Polonia) con mi tío materno”.

  1. ¿El de la ambulancia?

Sí, él. Lo habían deportado en un tren a los campos de exterminio, pero logró salvarse escapando con otros por la ventana de un carruaje. Él vivió hasta los 91 años. Se mudó a Italia, su hija aún vive en Roma”.

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  1. ¿Tú y tu madre se vinieron a Italia por tu padre?

Sí, en 1946. Se convirtió en capitán del ejército inglés después de luchar y ser herido en Montecassino. No sé cómo recibió la noticia de que ambos estábamos vivos. Nos envió algo de dinero y viajamos al lugar donde estaba en Nápoles”.

  1. ¿Por fin lo conociste?
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Sí, fue como verlo por primera vez. Tenía 39 años. Abrazarlo fue maravilloso, indescriptible. Una emoción tan fuerte. Me había perdido tanto la figura paterna. Siempre tuve una buena relación con él. Murió en 1990”.

  1. ¿Y con tu madre?

Tuve una relación más difícil con ella. Sentí resentimiento por ser abandonado. Por supuesto, más tarde me di cuenta de que no era culpa suya, pobre mujer. Pero gracias a Enzo Morpurgo, gran psicoanalista, pude recuperar mi vida”.

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