Antes de que se cumpliera un mes de la trágica erupción del volcán de Fuego, el poeta Maya K'iche' expresaba su solidaridad.
Lo que tenía a la mano fue lápiz, papel y su corazón, ese mismo que no le dejó ser ajeno al dolor.
En esa ocasión le confirmó a Emisoras Unidas que había nacido en Momostenango, Totonicapán.
Ese municipio es reconocido por sus ponchos y por los riscos.
Original
“Humberto Ak’abal es mi nombre real, porque a veces me preguntan si es un pseudónimo, pero no”, relató el maestro de las letras.
Ak’abal dijo que nunca tuvo deseo de cambiar su nombre, con el que ha firmado sus obras.
“Tengo el mismo nombre y apellido que me pusieron mis padres desde que me trajeron a este mundo”, afirmó.
También aceptó que su mayor inclinación es hacia la poesía, aunque ha escrito algunos ensayos y cuentos.
No obstante, en el imaginario literario es reconocido como poeta.
“Es una fortuna haber sido traducido a poquito más de 20 idiomas alrededor del mundo”, comentó.
El fallecimiento
Humberto Ak’abal murió en el Hospital General San Juan de Dios en la noche del 28 de enero.
A dicho centro asistencia lo trasladaron tras agravarse su salud por una cirugía.
En varias bibliotecas de los amantes a la poesía, tanto nacionales como internacionales, quedan los libros escritos por él, como un recuerdo que no se podrá esfumar.
El poema
El 3 de junio de 2018 unas 200 personas murieron tras la erupción del volcán de Fuego.
De todas partes del país y del extranjero hubo expresiones de solidaridad.
El dolor fue tal en Humbero Ak’abal que escribió un poema para las víctimas. Esta es la pieza.
Volcán panteón
Y despertó el hambre del volcán,
salió a comer
abrió su boca
y su gran lengua de fuego
lamió los pueblos.
Dejó un mar de cenizas
un lastimero eco de suspiros,
soledad de soledades,
una tristeza tras otra,
gemidos y lágrimas,
lágrimas y más lágrimas…
¡Ay! corazón
¿dónde poner más dolor?
La herida duele
los gritos no los borra el viento,
las horas pasan
y el peso sigue aquí,
aquí donde más duele,
aquí donde el llanto
ya no puede más.
Los desenterrados
con su rostro cenizo
dejaron su testimonio de agonía,
de espanto y terror…
Y aquellos, cuyo grito
ya no salió a flor de tierra,
que se ahogaron
en el mar de lava,
y que se quedaron allí
para siempre clamando
en ese Volcán de Fuego,
no volverán nunca más…
Viejo volcán panteón
de los enterrados vivos,
negro recuerdo
de aquel tres de junio
a las tres en punto de la tarde.
Y tal vez un día de estos
saldrá su gritó
a recorrer las sombras,
a arañar los vientos
y a desgarrar la noche,
esa noche suya
que nunca más
tendrá amanecer.
Y como salidos del inframundo,
los sobrevivientes deambulan,
como resucitados
en un mundo desconocido,
con la mirada perdida,
los torpes pasos
y la sequedad del alma…
Si antes la pobreza
los tenía en harapos,
ahora van por los caminos
ya solo vestidos de cenizas…
¡Ay!, corazón,
corazón roto,
¿Dónde poner más dolor?
Con información del corresponsal Alberto Chaclán.