Lenín Rojas no pudo contener el grito de dolor cuando un agente puso su mano sobre una mesa y la sostuvo con la rodilla, mientras otro "con una tenaza levantó la uña", recuerda el activista sobre los días que pasó en prisión por protestar contra el gobierno de Nicaragua.
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El grito debió traspasar las paredes de la sala de interrogatorio de la temible cárcel El Chipote, pero no fue suficiente, agregó.
"Me volvieron a golpear, me dejaron casi inconsciente, me pusieron en la misma posición y me sacaron otras dos uñas", relata Rojas.
Los agentes "estaban desequilibrados al no obtener respuesta de lo que ellos querían saber (…) una comisionada dijo que a todos los que íbamos a las marchas y fuésemos capturados nos iban a tirar al volcán Masaya", recuerda.
En contra del régimen de Ortega
Rojas, de 36 años y padre de cuatro hijos, trabajaba en una empresa estatal cuando se involucró en las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega como paramédico, para ayudar a curar heridos.
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Relatos de golpizas, aislamiento, amenazas, violaciones sexuales y otros actos de maltrato a prisioneros dentro de las cárceles fueron documentados por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos (OACNUDH) en su informe presentado en septiembre pasado.
Rojas fue capturado el 11 de julio de 2018, en Managua, cuando regresaba de una marcha.
El paramédico fue acusado de terrorismo y 10 delitos más, por los cuales fue condenado a 18 años de cárcel, pero salió el 15 de marzo a prisión domiciliaria.
Un total de 236 opositores presos han sido excarcelados en condiciones similares.
Tres dedos sin uña en la mano derecha son evidencia de lo que vivió, y que Rojas considera injusto: "Las únicas armas con que sí andaba era mi bandera (de Nicaragua) y una camiseta que decía: 'Que se rinda tu madre"", una consigna de la resistencia.
Como otros excarcelados, Rojas asegura que, aunque está en su casa, no está libre porque hay un constante asedio de seguidores del gobierno que pasan armados frente a su vivienda.
Además, como secuela de la prisión no puede dormir o tiene reacciones agresivas contra personas que le hablan al despertar.
"Pedirle a Dios"
En la cárcel, Rojas escuchaba lo que padecían otros presos. "Constantemente se oían gritos de horror, pero nadie podía hacer nada todos estábamos encarcelados, lo único era pedirle a Dios que terminara esa tortura", relató.
Organismos humanitarios y detenidos han identificado la cárcel de El Chipote como un centro de tortura, con celdas subterráneas, oscuras y húmedas, ubicada en la loma de Tiscapa, a un costado de la laguna del mismo nombre en el centro histórico de Managua.
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