Centenares de manifestantes frente a los tribunales y taxistas con banderas contra el cobro de peajes dentro de la ciudad protagonizaron este lunes nuevas protestas en Chile, en el denominado "superlunes" que marcó la tercera semana de crisis en el país sudamericano.
Desde temprano, Santiago se vio con más tráfico y peatones que los dos lunes anteriores, cuando los daños a la infraestructura de transporte público y los desmanes por saqueos e incendios semiparalizaron la rutina de estudiantes, empleados y comercios.
"La lucha sigue pero tenemos que levantar el país, a nadie le conviene que caigamos en picada", dijo Olga Pérez, una contadora que acudía a su trabajo después de una hora y media de viaje en autobús desde su casa. "Todavía no tenemos el metro habilitado".
"Esto aún no termina" era el lema en redes sociales para el "superlunes".
Las protestas cuestionan un Estado ausente en educación, salud y pensiones dentro de un modelo económico de libre mercado, donde una minoría controla la riqueza del país.
De esta manera se han multiplicado las voces de izquierdas y derechas que piden cambiar la Constitución, una herencia de la dictadura de Augusto Pinochet.
El presidente Sebastián Piñera, que canceló la organización de la cumbre de APEC y la del clima de la ONU COP-25, previstas para este mes, afirma que prefiere, antes que nada, "un diálogo amplio".
Ahora Piñera paga sus errores y tropiezos en la gestión de la crisis con una caída estrepitosa de popularidad.
Abusos en la lupa
Activistas, encabezados por la Premio Nobel de la Paz guatemalteca, Rigoberta Menchú, emplazaron el lunes al presidente Piñera a frenar las "graves y sistemáticas" violaciones a los derechos humanos denunciadas en el marco de la crisis.
Las protestas han dejado 20 muertos, cinco de ellos a manos de agentes del Estado, y se reportan unos 150 manifestantes con heridas oculares por el uso de perdigones en las manifestaciones callejeras.
La crisis empezó con una protesta estudiantil contra el alza de tarifa del metro de Santiago, pero destapó un profundo descontento de las clases trabajadora y media, que ven sus expectativas incumplidas en un sistema que promueve el endeudamiento para salir adelante.
Hasta ahora se trata de un movimiento heterogéneo, sin banderas políticas y sin liderazgo identificable.
*Con información de AFP