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El rostro de la pobreza, desigualdad y marginación en la crisis del Covid-19

La crisis que estamos viviendo ocupa casi toda nuestra atención. Por todos lados vemos y escuchamos cosas sobre el Covid-19. En las conversaciones familiares, con amistades o las laborales, las llamadas telefónicas, los mensajes en las distintas redes sociales, las constantes conferencias de prensa y los medios de comunicación, que están trasladando continuamente información en todas las plataformas, aparece el denominador común de la pandemia.

En este mar de información en la que estamos navegando una de las cosas que tocó mi corazón en estos días fue una entrevista televisiva a varias personas de la tercera edad que por las condiciones socioeconómicas en las que viven no pueden cumplir con la restricción de no salir y guardar cuarentena.

Desde que vi la entrevista no he podido dejar de pensar en las personas que fueron entrevistadas y en todas las que están en una situación similar o triste y lamentablemente en una situación peor.

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El rostro de la pobreza, la desigualdad y la marginación que presentó esta entrevista me quebró el corazón. Más lo hizo pensar que esto responde principalmente a la incapacidad que hemos tenido como sociedad para construir un sistema económico, político y social en donde prevalezca la dignidad humana.

Muchos me dirían que no es nada nuevo. El problema es precisamente ese, que como sociedad hemos naturalizado y vuelto normal los trágicos cuadros de desigualdad, pobreza y exclusión en el país.

Me cuesta tanto escribir esto, pero lo hemos vuelto parte del “paisaje” y no tiene que ser así. La insensibilidad hace que vivamos en un país en donde se salva quien puede, si es que puede hacer siquiera el intento de salvarse. Estos problemas salen a flote en circunstancias como las que estamos viviendo.

Como diría por ahí, cada día tiene su afán y en este momento la prioridad de las autoridades debe ser generar las mejores condiciones para que podamos enfrentar la pandemia. Definitivamente, esto pasa para que los esfuerzos que se están impulsando desde la institucionalidad pública estén orientados y verdaderamente lleguen a las personas que más lo necesitan.

Un conjunto de programas se está empezando a ejecutar para poder brindar, en este contexto de pobreza, exclusión y desigualdad, aire y aliento para las personas que menos recursos tienen y que con ellos pueda enfrentar la crisis. Que eventualmente podrán ser esfuerzos limitados, estoy de acuerdo, también que necesitaremos más para continuar apoyando.

Estos programas están implementándose con una institucionalidad débil, mermada por la desconfianza provocada por las tradicionales prácticas de clientelismo y corrupción, en un contexto de altas y crecientes demandas, con recursos muy limitados y con una pandemia que puede sobrepasar la capacidad de respuesta de la institucionalidad.

Por ello, más allá de los esfuerzos que desde lo público y privado se están impulsando para atender el día a día de esta crisis, no está de más recordar que una vez las aguas se empiecen a calmar necesitaremos como sociedad sentarnos a dialogar y buscar acuerdos para construir una institucionalidad pública, un sistema económico y social que gire alrededor de la dignidad humana.

Estamos a las puertas de nuestro bicentenario. ¿Por qué no empezar los 200 años con unos acuerdos que dibujen un país distinto al que tenemos? En donde los rostros de la desigualdad, pobreza y exclusión sean parte de nuestra historia y construyamos un futuro distinto. ¿Qué opina usted?

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