Cuando supo que muchos de sus alumnos quedaban excluidos de las clases virtuales por falta de Internet, Arthur Cabral, profesor brasileño de ciencias, de 29 años de edad, decidió hacer algo al respecto. Tomó su bicicleta y se dirigió hasta una favela del nordeste del país, donde los estudiantes permanecen confinados desde marzo por la pandemia de coronavirus (Covid-19).
PUBLICIDAD
Cada viernes, Arthur pedalea 8 kilómetros desde Recife, capital del estado de Pernambuco, hasta la empobrecida Vila da Fábrica, en la localidad de Camaragibe, para que a estos jóvenes no les falte la educación.
“Vengo de la escuela pública, viví de cerca estas dificultades que buena parte de los estudiantes están pasando“, cuenta el profesor.
Y si se cansa ante una ladera imposible en la comunidad, empuja la bicicleta.
“Lucha como un profesor“, se lee en la camiseta negra que lleva este educador de 29 años.
Los alumnos de Arthur, de sexto y séptimo curso, solo pueden seguir el programa en línea EDUCA-PE vía YouTube, pero muchos no tienen computador ni tableta. Y si hay un celular en la familia, está roto o se reparte el uso entre varios hermanos que tienen clase a la misma hora.
“Decidieron mandarnos a hacer las tareas en línea, ¿pero acaso saben si tenemos algún apoyo para hacerlas? ¿Si tenemos celular?“, reclama Gloria Correia de Lima, de 12 años, en la puerta de su pequeña vivienda de Vila da Fábrica.
PUBLICIDAD
Y aunque tengan celular, carecen de un servicio de datos para usar Google, YouTube o Facebook, las plataformas más usuales en las clases virtuales.
En Brasil, país de 212 millones de habitantes, uno de cada cuatro (mayores de 10 años) no tiene acceso a Internet. El nordeste es la región más afectada por esta falta de servicio.
4 meses sin hacer nada
Suemily Alves, de 11 años, recibe las tareas gracias a Arthur, que cumple su misión en breves encuentros debido al coronavirus.
Pernambuco es uno de los estados más afectados por la pandemia, que en el país ya ha dejado más de 88 mil muertos y ha contagiado a casi 2.5 millones de personas.
“Es muy bueno que venga a casa a entregar las tareas, porque no todos tenemos Internet (…) y no logramos asistir a clases“, afirma la niña.
No obstante, los alumnos deben superar otros obstáculos, como la dificultad de concentrarse para estudiar en las pequeñas casas donde usualmente duermen hasta seis personas en un mismo cuarto.
Pero la labor del profesor Arthur, junto a otro colega que se solidarizó con su causa, devolvió la esperanza a muchas familias en Brasil.
“Creo que esta iniciativa está más allá del rol del educador, es empatía por esos estudiantes, por la vida humana“, expresa este convencido ciclista.
*Con información de AFP