La lucha del presidente Donald Trump contra los resultados de las elecciones que perdió el mes pasado en Estados Unidos se está convirtiendo en un fiasco, vapuleada por los jueces, debilitada por testigos poco serios y ahora sin su principal abogado, Rudy Giuliani, enfermo de Covid-19.
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“Este tema ilustra bien la expresión: ‘el tren ya pasó'”, escribió este lunes una jueza federal que se negó a invalidar la victoria del demócrata Joe Biden en Michigan, como le pedían los aliados del presidente republicano.
“El pueblo habló”, añadió Linda Parker, rechazando unas acusaciones de fraude electoral basadas en “especulaciones y conjeturas”.
Este revés es el último de una larga serie: más de 40 de los cerca de 50 recursos judiciales presentados por el equipo de Trump para impugnar las elecciones ya han sido rechazados por los jueces o abandonados por los impulsores.
Los otros esfuerzos del presidente y de sus aliados por rechazar el veredicto de las urnas no han tenido más éxito. Un recuento en el estado de Wisconsin, pagado por los republicanos, acabó dando unos 87 votos adicionales a su rival.
En cuanto a las presiones ejercidas sobre los congresistas locales, alabados o criticados por el entorno de Trump, tampoco impidieron la certificación de los resultados en los estados claves.
Tras la sucesión de derrotas, algunos congresistas locales republicanos no dudan en contradecir abiertamente al presidente. El vicegobernador de Georgia, Geoff Duncan, denunció este lunes “la montaña de desinformación” procedente de la Casa Blanca y dijo que las acusaciones de fraude podían “desbaratarse en 10 segundos”.
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Con un tono más diplomático, el fiscal general, Bill Barr, uno de los aliados más cercanos de Trump, aseguró que no había visto pruebas suficientes para cambiar el resultado de las elecciones.
Sketch
El tiempo apremia para la campaña de Trump. El colegio electoral se reunirá la próxima semana para elegir al 46° presidente de Estados Unidos.
Pero el multimillonario republicano no tira la toalla. El sábado por la noche, volvió a afirmar que los comicios habían sido amañados, durante un mitin para apoyar a dos candidatos de su partido que disputarán en enero unas elecciones claves para el control del Senado.
“Vamos a ganar”, insistió ante una multitud de seguidores en Georgia.
Al día siguiente, el mandatario sufrió otro contratiempo cuando un test reveló que su abogado personal Rudy Giuliani había contraído el covid-19. El exalcalde de Nueva York, de 76 años, tuvo que ser hospitalizado, pero dijo sentirse bien en un tuit publicado el domingo por la noche.
Giuliani llevaba un mes defendiendo que el presidente había ganado las elecciones, rozando muchas veces el ridículo.
Durante una reciente rueda de prensa, el abogado se hizo eco de varias teorías conspirativas, acusando entre otros a Venezuela, Cuba y los demócratas de haber urdido una manipulación electoral.
Los testigos presentados por los republicanos han parecido a veces bastante extravagantes hasta el punto de que uno de ellos inspiró un sketch en el famoso programa satírico “Saturday Night Live”.
Armados
A pesar de su carácter desesperado, la cruzada de los republicanos podría tener efectos nefastos.
En primer lugar porque paralizó a los congresistas republicanos que, a excepción de unos pocos, siguen sin reconocer la victoria de Biden, lo que podría dificultar el trabajo del futuro presidente con la oposición.
Y sobre todo porque instaló dudas sobre la legitimidad del resultado de las presidenciales en una parte de la población. Más de 1.500 juristas denunciaron este lunes “denuncias frívolas” que, según ellos, sólo tratan de “socavar la fe de los electores en la integridad de los comicios”.
En ese contexto, algunos parecen dispuestos a ir muy lejos en su defensa de Trump. Una veintena de personas armadas rodearon el sábado el domicilio de la congresista de Michigan encargada de supervisar el proceso electoral, Jocelyn Benson.
En Georgia, varios agentes electorales recibieron amenazas, lo que llevó a un político republicano local, Gabriel Sterling, a implorar a Trump que cambiara el tono de su discurso. Si no lo hace, advirtió, “alguien podría resultar herido, recibir disparos, ser asesinado”.