Las noches en el poblado de El Rodeo permanecen iluminadas por una especie de antorcha, a 2 mil 552 metros de altura. Es la lava que expulsa el volcán Pacaya, que luego baja como un río ardiente por sus faldas.
El Pacaya humea permanentemente, como fumador compulsivo. De vez en cuando se escuchan explosiones que estremecen las casas de los habitantes de esta aldea. Una tenue lluvia de cenizas cae con frecuencia y cubre calles, autos y las cabezas de los transeúntes.
“Es muy peligroso vivir cerca del volcán”, que es uno de los más activos de la treintena que existen en Guatemala, admite Berni. Desde hace semanas el coloso también lanza residuos incandescentes que ponen en peligro a la población.
Acostumbrados a la actividad volcánica
Víctor Cruz tiene 65 años y reposa en la entrada de su casa junto a su perro. El techo de láminas de zinc de su vivienda sufre diariamente el azote de las cenizas del Pacaya, y su familia debe limpiarlo para que no ceda.
A diario barren la entrada de la casa, porque se llena de polvo grisáceo.
De madrugada, dice, muchas veces, cuando los despierta una explosión, se levantan a observar cómo el cielo se ilumina con el brillo de la lava. Y luego, cómo el material incandescente sale disparado.
“Es como cuando uno tira un poco de tizones (palos a medio quemar), así se veían las piedras que caían”, detalla.
Víctor recuerda que el 27 de mayo del 2010, el Pacaya registró una potente erupción que causó la muerte de un periodista de televisión mientras cubría la noticia. Además provocó daños en cultivos.
Acechados volcán de Pacaya
El Rodeo y El Patrocinio son las aldeas más afectadas por la caída de ceniza y arena que lanza el volcán, en el municipio de San Vicente Pacaya, de casi 18 mil habitantes.
Pedro Morales, representante de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred) del departamento de Escuintla, aseguró que están dando seguimiento a la fase eruptiva porque “ha iniciado una actividad con picos altos”.
Por el momento no se han realizado evacuaciones, pero tienen listos varios salones comunales para albergar gente si es necesario.
Las partículas que lanza el macizo puede llegar incluso a una distancia de 100 km desde donde se ubica.
San Vicente Pacaya se dedica especialmente a la agricultura, como el cultivo de aguacate y café, este último uno de los productos de exportación junto al banano. Cuando la ceniza les cae, “los quema mucho”, detalla.
“La verdad es que es muy peligroso vivir aquí, pero aquí nacimos y tenemos tierra para cultivar. Es la vida que Dios nos dio”, dice por su parte el vecino Kevin Salazar.