Al menos 300 migrantes hondureños salieron este martes hacia la frontera con Guatemala en una nueva caravana rumbo a Estados Unidos; sin embargo, el éxodo se diluyó en el camino por los bloqueos policiales y muy pocos lograron cruzar por puntos ciegos.
Equipaje al hombro, los migrantes (que aseguran huir de la violencia y la pobreza en su país) partieron desde la terminal de buses de San Pedro Sula, la segunda ciudad de Honduras ubicada 180 km al norte de la capital, caminando por la orilla de la carretera hacia la frontera con Guatemala.
Algunos de ellos lograban subir a las tolvas de las camionetas que transitaban por la carretera, para tratar de avanzar más rápido.
Caravana encuentra controles
A comparación de las multitudinarias caravanas que suelen salir desde Honduras, esta vez se trata de un grupo reducido de migrantes que huyen de su país por la falta de oportunidades de una vida digna.
En el recorrido de unos 100 km desde San Pedro Sula a Corinto, la caravana se fue diluyendo en grupos pequeños. Decenas de menores fueron retenidos por no llevar permisos de los padres y retornados en patrullas policiales a San Pedro Sula.
Algunos mayores de edad fueron también detenidos por no llevar identificación y regresados en buses a San Pedro Sula, según reportaron las autoridades.
“Una vida mejor”
Los que lograron avanzar hasta Corinto no pudieron pasar por la aduana al no llevar la prueba del covid-19 y unos pocos pudieron cruzar la frontera, o legalmente o por puntos ciegos. Los demás se regresaron.
Un militar guatemalteco dijo a la AFP que no tenían “nada en contra de los hermanos hondureños” y lo único era que tenían que llevar para entrar al país una prueba negativa para el covid-19 y un documento de identidad.
“He tomado la determinación de emigrar porque tengo un niño de dos años y el otro va a cumplir un año, y con el trabajo que yo tengo no me alcanza para la renta, luz, comida y agua”, dijo a la AFP Carlos Alfredo Gómez, originario del puerto caribeño de Trujillo. En casa dejó a los niños y a su esposa.
En tanto, una mujer identificada como Maribel contó que se iba del país con intenciones de lograr “una vida mejor”.
La mayoría de los caminantes dice huir de la violencia y de la pobreza que azota a sus territorios, situación que se agravó en 2020 con el paso de dos huracanes y la pandemia de covid-19.
Tras las fuertes restricciones migratorias en Estados Unidos bajo la gestión del expresidente republicano Donald Trump (2017-2021), su sucesor demócrata, Joe Biden, prometió aplicar una política más humana.
Esto avivó la llegada de migrantes, colocando una fuerte presión en la frontera mexicano-estadounidense, pese a que el propio Biden les ha advertido que no fueran de forma ilegal.
El nuevo éxodo se produce en momentos en que Estados Unidos busca solucionar una aglomeración de cerca de 14.000 menores no acompañados que llegaron desde Guatemala, El Salvador y Honduras.
Desde octubre de 2018, más de una docena de caravanas ha partido de Honduras.
La última masiva salió el 15 de enero con unas 7.000 personas, que fueron devueltas desde Guatemala a punta de palos y gas lacrimógeno por policías y militares.
Países lanzan operativo
El sábado pasado, los gobiernos de México y Guatemala lanzaron un operativo conjunto en la frontera común con militares y policías para frenar el éxodo.
El titular del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM), Francisco Garduño, aseguró durante la presentación que redes de traficantes de personas han vendido a los migrantes la ilusión de llegar a Estados Unidos sin riesgos.
Indicó que por ello reforzarían la presencia en estados fronterizos, para “evitar que niños, niñas y adolescentes sean utilizados como pasaporte para llegar a la frontera”.