“Ahora soy más amoroso y creo más en el valor familiar” dice Berper en un correccional juvenil en el este de la capital de Guatemala, donde los muchachos ocupan su tiempo en el cuidado de la flor de pascua, una terapia con vista a la reinserción social.
Berper, de 17 años, y sus compañeros presos, algunos exmiembros de pandillas, encuentran en el pequeño vivero un espacio de comodidad en el Centro Juvenil de Detención Provisional Etapa II, en el poblado de San José Pinula.
“Cuando uno sale acá con las plantas, especialmente, se siente más querido por medio de ellas”, menciona el joven en medio de la plantación de flor de pascua o nochebuena (Euphorbia pulcherrima), una especie nativa de México de alargados pétalos rojos, utilizada principalmente en Guatemala para la ornamentación de Navidad.
El amor que el joven no puede “dedicarle” a su familia por el encierro, dice, se lo traslada a las plantas. “Desde esta nueva experiencia con las plantas yo he tenido esa reacción tal vez al triple de amor”, menciona.
– Ir más allá –
El vivero de flor de pascua es parte de los programas que la estatal Secretaría de Bienestar Social (SBS), a cargo de los correccionales juveniles, implementa para evitar el ocio a fin de evitar riñas o motines y dotar de “herramientas” para el momento en que los jóvenes cumplan su condena.
“Estos jóvenes tarde o temprano van a salir de estos centros, y lo que nosotros queremos es que el programa que ellos puedan obtener acá no solo sea para su bienestar emocional”, señala Francisco Molina, titular de la SBS.
La intención es que “vayan más allá” y aprendan “el círculo del negocio” para que puedan iniciar un emprendimiento en su comunidad, agrega Molina.
“Yo me comparo con estas pascuas”, añade Jesús, de 17 años, otro de los jóvenes dedicados al vivero.
“Aquí los pedagogos, las trabajadoras sociales, los monitores (guardias de seguridad) y directores nos están dando un cuidado especial. Nos están dando palabras de motivación para que en el futuro seamos como esta planta y podamos florecer y tener una vida mejor”, afirma Jesús.
Según Molina, con la aplicación de los programas de “cero ocio”, como los talleres de serigrafía, costura y panadería, entre otros, han logrado reducir en los últimos años los disturbios en los correccionales juveniles.
Uno de los últimos hechos violentos en un centro para menores ocurrió en julio de 2018 en el correccional conocido como “Las Gaviotas”, en la periferia sur capitalina, cuando 12 internos resultaron heridos tras una riña entre pandillas rivales.
Cuatro meses antes del hecho, dos jóvenes murieron en el mismo correccional durante un motín para exigir mejores tratos.