Un grupo de guatemaltecas víctimas de violencia doméstica encontraron en el teatro una forma de sanación al trauma del que sobrevivieron en su pasado a causa de ese flagelo que afecta a miles de mujeres.
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La obra representa la vida de la tres mujeres, que nunca estudiaron para ser actrices pero con el apoyo de la teatroterapia han podido superar sus miedos y reinsertarse poco a poco en la sociedad.
Con una media hora de duración, las historias fueron presentadas el sábado en un antiguo cine de Ciudad de Guatemala.
Ataviadas con prendas diarias, como pantalones de mezclilla y zapatos tenis, las tres narran sus martirios ante un pequeño grupo de espectadores.
La idea surgió hace más de una década: que las mujeres contaran su propia historia, sensibilizar a la población sobre la problemática y promover la denuncia.
“Utilizamos el teatro como una potente herramienta para transformación, sanación y sensibilización”, dijo a la AFP Lesvia Téllez, de 50 años, coordinadora local de mujeres sobrevivientes de violencia.
Ella misma sufrió “todo tipo de violencia” en sus 18 años de matrimonio, en el que tuvo cuatro hijos.
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Téllez explica que el teatro ayuda a superar y reconocer sus temores de forma colectiva y no individual, luego de un proceso de sesiones algunas ya pueden contar su experiencia.
Proceso liberador
El programa es una mezcla de metodologías dentro de la teatroterapia como las ciencias sociales, psicología y herramientas terapéuticas y lúdicas, explica.
La metodología tiene como objetivo “abordar y analizar todas esas violencias vividas porque debemos liberarlo, pues no podemos quedarnos con el dolor y la tristeza”, afirma.
“Al terminar esos procesos, la mujeres retoman sus proyectos de vida, sus estudios o si quieren emprender saben que lo pueden hacer”, comenta.
La violencia contra la mujer “encierra todas la violencias, claro hay violencia de género, doméstica o intrafamiliar, sexual, económica. La violencia existe”, lamenta Téllez.
Ingrid Muñoz, víctima de violencia de 48 años, se involucró con “la idea de aprender algunas técnicas para poder replicarlas” en su comunidad.
“Uno piensa que está bien emocionalmente, pero no, acá me vine a dar cuenta que yo necesitaba todavía terapia o manejar un poco más mis emociones para sanar lo que llevo dentro. Si no puedo sanar no puedo ayudar”, asevera Muñoz, quien vive en la capital y está a un paso de graduarse como psicóloga.
El machismo
Muñoz comenzó a sufrir violencia desde niña por su propio padre, toda vez que su madre viajaba frecuentemente a Estados Unidos, pero no quiso revelar de qué tipo.
“Viví sola con mi padre, quien es un hombre muy machista”, indica.
La mujer se casó a las 17 años con un hombre de 20 y tuvieron un hijo en sus tres años de matrimonio. Al romper la relación él se fue a vivir a Estados Unidos, pero nunca le pasó manutención del niño y ahora están un proceso civil de divorcio.
Guatemala es un “país con una coyuntura compleja, la violencia contra la mujer es el delito más frecuente, se calcula que hay un 90% de impunidad”, comentó a la AFP Tamara Castro, la representante país de la Asociación Solidaria Andaluza de Desarrollo (Asad), entidad que financia el proyecto desde el 2020.
“La impunidad junto con lo habitual que es el machismo, forman un sistema de opresión tan fuerte hacia las mujer”, añade Castro.
El Fiscalía de Guatemala recibió más de 60.000 denuncias de víctimas de violencia en sus diferentes manifestaciones durante 2021, además se registraron 652 muertes violentas, superando las 507 del 2020.
Para Castro en Guatemala siguen “existiendo fuertes barreras para el acceso a la justicia de las mujeres sobrevivientes de violencia y esto hace que la denuncia esté desincentivada”, aunado a la impunidad.