Sin duda, los guatemaltecos y guatemaltecas esperamos una política distinta. Una política de valores, de discusión y debate de ideas, propuestas y planes, instituciones y procesos democráticos. Ya no más la política sucia de los negocios. Ese ejercicio político partidario que ve al Estado como un botín político
En conversaciones recurrentemente aparece la discusión sobre si el momento político que estamos viviendo generará una renovación de cuadros en la clase política. El destape de los casos presentados por el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) han despertado la esperanza en muchos sectores del país. En principio, solo el hecho de que la justicia alcance a los que “vivían” eternamente bajo el manto de la impunidad, resulta ser suficiente para soñar con el cambio.
La incertidumbre empieza a prevalecer sobre el rumbo que tomará el país. Las preguntas rondan en torno a si lo que estamos viviendo es una época de cambio, y se vienen cosas distintas; o es una de reacomodos, y estamos presenciando hechos históricos, pero al final del día los cambios no se darán.
Sin duda, los guatemaltecos y guatemaltecas esperamos una política distinta. Una política de valores, de discusión y debate de ideas, propuestas y planes, instituciones y procesos democráticos. Ya no más la política sucia de los negocios. Ese ejercicio político partidario que ve al Estado como un botín político. Simplemente escandaliza escuchar que millonarias sumas de dinero fueron saqueadas a través de la corrupción. En un país necesitado de recursos para atender las urgentes e inmediatas demandas de la ciudadanía. Causa indignación, repudio y tristeza.
El cambio en Guatemala se puede alcanzar. Es necesario que todos trabajemos para eso. No podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar a que las cosas sucedan mágicamente. La trasformación se debe provocar por varias vías. Una de ellas, no la única pero si importante, es reformar algunas leyes estratégicas de nuestro sistema político, como la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP–. Recientemente se aprobaron reformas que hay que implementar y se está discutiendo una nueva generación de reformas, que buscan fortalecer los cambios logrados. Sin embargo, hay que estar claros que las modificaciones legales contribuyen a generar condiciones para que el cambio se pueda concretar. Es una condición necesaria pero no suficiente.
La otra vía es fortalecer la cultura democrática. Esta es la vía más difícil, pero la que asegura el cambio. Empieza con una ciudadanía organizada que está pendiente y vigilante de las acciones de los funcionarios públicos. Y continua con esfuerzos colectivos que tienen interés en participar políticamente. Es decir, dejar se der espectadores y ser protagonistas, en la arena política. Afortunadamente este tipo de organizaciones han crecido significativamente en los últimos años.
Por otro lado, el fortalecimiento de la cultura democrática también está relacionado con los cambios en nuestra forma de actuar, como ciudadanos activos, participativos y democráticos. La sociedad guatemalteca no se caracteriza por ser muy democrática y la corrupción, como otros males, está como un cáncer en muchas esferas. Nos puede “sorprender” pero se materializa en acciones cotidianas que parecen normales y que son por todos aceptadas. Desde pagar para “agilizar” trámites burocráticos, “buscar amigos” y “pedir favores”. Estas acciones se legitiman con argumentos que las hacen normales y aceptables. Es común escuchar: “¿Por qué no lo puedo hacer? Si, no hay problema. Todos lo hacen. No va a pasar nada. No te van a cachar”.
Los cambios en las leyes dependen de factores como la voluntad política de las autoridades y de la presión que se haga desde la ciudadanía. Pero los cambios en la cultura democrática no suceden de la noche a la mañana, y dependen de muchos factores. Ahí debemos enfocar nuestras energías como país. Fortalecer la cultura democrática. Empecemos en la familia, en nuestra comunidad, en los centros de estudio (públicos o privados), en los lugares de trabajo, etcétera. El cambio en la clase política se dará si el país cuenta con una ciudadanía democrática más vigilante, activa y participativa. ¿Qué opina usted?