“La carta que este hombre le escribió al criminal que lo atormentaba es también una protesta contra el delito de extorsión, pues frontalmente le dice al criminal que ya no le pagará la extorsión”.
En días recientes un humilde chofer de camioneta , creyente, fue asesinado en forma cobarde y por una traición que a todas luces es una clica de mareros extorsionistas.
El señor dejó una nota que refleja su fe, su confianza en Dios y su madurez. La nota circuló profusamente por redes sociales. En esta le hace ver al marero que él se levantaba todos los días a las tres de la mañana para cumplir con su trabajo y muchas veces regresaba a las 11 de la noche a su casa para lograr Q50 o Q100 al día. Y le dijo que él no iba a dejarle su sustento ganado honradamente.
El hombre, me parece, tenía ya más de 60 años, edad en la cual muchos gozan ya de una pensión o jubilación y, sin embargo, él continuaba haciendo su trabajo honradamente. La carta que este hombre le escribió al criminal que lo atormentaba es también una protesta contra el delito de extorsión, pues frontalmente le dice al criminal que ya no le pagará la extorsión y que, si lo va a matar por eso, como seguramente el criminal en forma vulgar se lo ha de haber prometido tantas veces, pues eso sería la voluntad de Dios, pues le dijo en mayúsculas: ¡DIOS ES EL QUE MANDA!
También escribió el señor chofer, antes preguntándole al criminal a qué horas se levantaba para ir a trabajar, que le recomendaba leer capítulos específicos de las sagradas escrituras, preocupándose incluso de la salvación del alma del criminal. Me parce que le recomendó la de Proverbios, capítulo 3, Hechos 3:19, la Carta a los Efesios de San Pablo y el Evangelio según San Juan.
Pensé escribir el nombre del señor chofer, ahora asesinado por los criminales extorsionistas, pero eso no solo sería amarillista, sino además una falta de respeto al dolor y el duelo de la familia, que lo último que necesita en estos momentos es algún impertinente que les vaya a preguntar cómo se sienten.
¿Qué puede uno escribir de semejante tragedia humana, tan frecuente entre nosotros? ¿ Cómo honrar las palabras y el ejemplo de un hombre de fe, valiente, honrado, que desde su humildad y entereza nos dicta a todos una lección de hombría de bien, de honradez, de fe en su Creador?
Seguramente por su edad era ya el señor chofer abuelo, padre, esposo, compañero de trabajo, un ciudadano que, como miles de miles de guatemaltecos, se levanta todos los días a trabajar por su familia con la frente en alto por su hombría de bien.
¡Qué lección de fe! ¡Qué lección de vida! ¡Qué fe la del señor chofer! Lo único que puedo hacer es escribir estas líneas para exaltar su memoria, para que su heroísmo no sea olvidado, para que su piedad y fe no sean pasadas por alto, para que su ejemplo nos arrastre a tener esa fe, esa entrega a Dios Nuestro Señor, para ser así como el señor chofer, dignos, con fortaleza y con fe. Dios lo tenga en Su Santa Gloria! Dios le dé fortaleza a su humilde y distinguida familia para que, siguiendo su ejemplo, pongan su fe y fortaleza y corazón en Nuestro Señor, y puedan pasar el duelo de su perdida tan terrible.
No puedo más que pedirle a Dios que algún día pueda tener siquiera una pequeña parte de la fe y la entereza y el valor del señor chofer. Descanse en paz.