Opinión

El punto de encuentro: trabajo decente

“Hay que romper con la visión y anular los prejuicios que se tienen hacia el trabajo decente y abrir espacios de encuentro entre los principales actores, los empleadores y los empleados. Aprender y superar esa visión limitada o que los posiciona como actores contrarios, o incluso actores que buscan la anulación del otro”.

La competitividad económica y el bienestar del trabajador son dos variables que están íntimamente relacionadas. Y el mecanismo que está en medio de ellas es el trabajo decente, que es un trabajo productivo y humano. El trabajo decente se constituye en uno de los engranajes más importantes de la maquinaria productiva del país.

Hay muchos prejuicios infundados que no permiten que los diferentes actores vean, en el trabajo decente, una oportunidad para promover más productividad y mejores empleos.

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En un contexto económico en donde priman la informalidad, el desempleo y la precariedad laboral, la discusión sobre el trabajo decente parece estar fuera de lugar. Hay posturas que estarán más interesadas en incrementar la producción, a toda costa, en detrimento de las condiciones laborales de los trabajadores.

Argumentando que primero hay que crecer y luego, pero léase bien, luego vemos cómo mejoramos las condiciones de los trabajadores. De igual manera, existen las posturas que, sin tomar en consideración los rendimientos y la competitividad de las empresas, buscan mejorar las condiciones de los trabajadores.

El problema es que las posturas absolutas y extremas son insostenibles. Se necesita buscar un punto de encuentro. Un punto medio que acerque los beneficios de las buenas condiciones de trabajo y las condiciones para que las empresas sean rentables y productivas. Ese es el desafío: quitar los prejuicios y sentarse a dialogar.

Al hablar de trabajo decente nos referimos principalmente al espacio laboral en donde los trabajadores y los empleadores se relacionan y contribuyen a la productividad de la empresa. Es una relación en donde las dos partes ganan.

Las condiciones que contribuyen a generar trabajo decente van desde políticas sostenidas y coherentes de promoción del empleo, concertadas entre los empleadores y trabajadores, aprovechando las ventajas comparativas de nuestro mercado en el mundo competitivo; un sistema de protección social que brinde un servicio eficaz y eficiente; y el respeto como cumplimiento de normas internacionales relacionadas con el trabajo; y por último, pero no menos importante, la generación de espacios de diálogo social, que permitan alcanzar acuerdos.

Hay que romper con la visión y anular los prejuicios que se tienen hacia el trabajo decente y abrir espacios de encuentro entre los principales actores, los empleadores y los empleados. Aprender y superar esa visión limitada que los posiciona como actores contrarios, o incluso actores que buscan la anulación del otro. La productividad y el bienestar se alcanzan en el momento en que se logran acuerdos y estos acuerdos benefician a las partes.

Por ello, se debe resguardar y promover la negociación colectiva y respetar la libertad sindical. Esto en un marco en donde se alcance la igualdad salarial entre hombres y mujeres, que no exista la discriminación. Que erradiquemos por completo el trabajo y la explotación infantil, y la eliminación del trabajo forzoso.

La promoción del trabajo decente tampoco está desconectada de las condiciones de estabilidad macroeconómica, y un ambiente de negocios que aumente la inversión, y este tenga su consecuente efecto en la generación de empleos, pero no cualquier empleo, sino uno de calidad. Un empleo que dignifique. De igual manera, hay otras variables que se deben cuidar como la estabilidad monetaria, generar condiciones para el acceso a capital, infraestructura productiva, certeza jurídica, entre otras.

Busquemos condiciones para promover empleos productivos que generen un ingreso justo, que brinden seguridad en el lugar del trabajo y protección social para las familias guatemaltecas, y de esa manera mejoren las perspectivas para el desarrollo e integración social. ¿Por qué no apostarle al trabajo decente?

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