El Sistema Penitenciario vuelve a evidenciar nuestro frágil Estado. Nos desnuda otra vez, sin misericordia. Nos recuerda con las fugas de la semana pasada, que el desbarajuste institucional es la norma. Pero a nadie le importa realmente. O a muy pocos. La mayoría opta por reciclar los argumentos gastados e inútiles de siempre. Esos que se orientan hacia la desidia del análisis. Esos que sugieren, de manera automática, que a las cárceles no hay que invertirles ni un solo centavo. Esos que prefieren ignorar que el hacinamiento de más del 300 por ciento en las prisiones lo que trae consigo es violencia en las calles. Esos que no asumen que el Sistema Penitenciario es una parte fundamental de la Cooptación del Estado. No hay que olvidarse de que, como parte de la cadena de justicia, los presidios del país le importan al crimen organizado y a sus ad láteres. Porque ese crimen organizado conoce de su incidencia en el juego del poder.
Parece un contrasentido absurdo: los criminales han estudiado mejor nuestra débil o inexistente institucionalidad, y eso lo capitalizan a lo grande. Las élites, sin liderazgos capaces de articular, sucumben frente a sus propias dispersiones y se las contagian a una sociedad vulnerada por la implacable y feroz desinformación. Resultado: ganan los malos que se activan en sus objetivos maléficos y pierden los buenos que no logran orientar una lista de anhelos colectivos hacia una senda consensuada. Pierde Guatemala, en total, porque las voces pensantes no logran detener el afán de quienes se empeñan, a ciegas o con mala intención, en desandar el camino recorrido y en atacar a quienes nos ayudan.
No es posible resolver la pesadilla de nuestros presidios en un abrir y cerrar de puertas. Entiendo que ya existe un plan. Que el modelo que se busca es el de República Dominicana, donde con grandes esfuerzos se ha avanzando mucho en los últimos años. Pero a casi nadie le importa, tampoco, si las autoridades dan pasos en falso o si de verdad el proceso tiene pies y cabeza. Y es otro contrasentido absurdo que esa apatía sea tan enorme, considerando los riesgos que todos corremos de caer algún día, por error o por mala suerte, en las fauces de esas mazmorras.
Es urgente que se comprenda la magnitud de la importancia de contar con un sistema de justicia que funcione. Con jueces independientes y magistrados que no lleguen previamente contaminados y envilecidos por la cloaca imperante. No hablo de una maquinaria perfecta, sino de la mejor posible en medio de nuestras circunstancias. Y eso pasa por un Sistema Penitenciario que sirva para propiciar la paz en el ambiente, y no las extorsiones, como ocurre ahora. Porque cuando se habla de que las cárceles son “universidades del crimen” es precisamente por el infierno humano que multiplican. Son el perfeccionamiento malévolo de la frase “cría cuervos”. La máxima celebración de la gangrena social. Una gangrena que carcome no solo a quienes operan adentro de los reclusorios, sino a las innumerables víctimas de su respuesta violenta.
“La Patrona” sale caminado sin prisa de Mariscal Zavala. Otro reo seda al custodio en el hospital Roosevelt y tranquilamente se marcha. ¿Quién será el próximo? Más bien: ¿Cuál será la próxima crisis que el país enfrentará por las carencias de su Estado eternamente precario? ¿Cómo le explicaremos a las futuras generaciones la desidia del análisis? ¿Nos perdonarán los niños de hoy haber permitido que la desinformación ganara la partida con sus fechorías descaradas? ¿Podremos explicar nuestra apatía frente a la dolosa manera en que algunos pretenden desandar el camino y atacar a quienes nos ayudan? En realidad, a nadie le importa eso. O a muy pocos.
No puede Guatemala mejorar criando tantos cuervos. No puede Guatemala ser libre si no detenemos la gangrena social.