Dar la cara por el país. Poner el pecho. Jugársela por un ideal. Son frases hechas y usadas ad nauseam. Sin embargo, las veo necesarias y hasta urgentes en la práctica. Imprescindibles, pronto, me horroriza pensar en el panorama electoral. Ese que cobrará burda vigencia dentro de un año. Y no me preocupa solo el lúgubre vacío que sugieren casi todos los posibles candidatos. Me inquieta la escasez de liderazgo efectivo y confiable. La ausencia de referentes capaces de tranquilizar a la sociedad con su garantía de integridad. Ojo: escribí “ausencia”, no carencia. Gente hay. Y muy valiosa. De diferentes generaciones. De profesiones diversas. De ideologías contrapuestas. De orientaciones disímiles. ¿Cómo reunirlos? ¿Cómo lograr que la ola de una Guatemala nueva no se canse de iluminar su cresta en las mentes (y las honestidades) más preclaras del medio? El recurso de los “notables” cada vez me entusiasma más. Y a la vez me causa incertidumbre. Una dualidad que, aun así, se decanta por creer. Hablo de un grupo de 10 que se exponga a los ataques de sus respectivos sectores y de los criticólogos que lo destruyen todo. ¿A quiénes podemos considerar como grandes figuras aquí? ¿Quiénes estarían realmente dispuestos a asumirse como tales? Nelson Mandela pasó 27 años en la cárcel y sacrificó su vida por un sueño. Y consiguió cumplírselo. Supo perdonar sin prescindir de su lucha. Tuvo vigor para soportar las humillaciones del abominable poder que se acompaña de la crueldad para enseñorear su ira. Y por ello, ese sacrificio de su vida valió la pena. Mandela no tuvo miedo de ser diferente. No le huyó al sarcasmo infame. Ni al vejamen feroz. Se asumió héroe. Se construyó héroe. Se eternizó héroe.
Aquí nos cuesta armar un equipo talentoso que nos lleve a un Mundial de futbol. No hay 11 jugadores de nivel internacional para conseguir semejante hazaña. ¿Será que lo mismo nos sucede cuando intentamos formar un grupo de auténticos valiosos? Las redes sociales, con su formidable aporte en circulación de ideas y en expresión libre, limitan y estancan las posibilidades de lograr la convocatoria sustancial. La gente teme ser condenada por las descalificaciones implacables. Y se cuida más de la cuenta, con cierta razón. Pero resulta incluso peor la manera en que los personajes clave se inhiben de atreverse a no conformarse con el camino fácil, solo por el terror de ser excluidos de sus peñas o de sus gremios. Nos urgen derechistas que se distancien de los viejos y anticuados discursos del anticomunismo cerril. Nos urgen izquierdistas que no teman rechazar la nocturnidad déspota de regímenes como el de Venezuela. Los discursos aprendidos hay que borrarlos de la memoria. El lugar común, la perorata 20 mil veces pronunciada. El caso “Construcción y Corrupción” está siendo revelador para reflejar cambios reales en Guatemala. Gente que confiesa sus pecados en público. Y que además pide perdón. Y que dibuja con un dramático lápiz los rasgos de una sociedad enferma de vileza en todos sus estratos. Es invaluable lo que todo esto acarrea y trae. Desarma, a lo grande, las proclamas rústicas que por siglos han victimizado al verdugo, o que se han valido de atizar el resentimiento para nublar a las masas. Es obvio que el dinero, no la fe, mueve montañas aquí. La mayoría de la gente va hacia donde está el financiamiento. Por ello, con excepciones, los movimientos se agitan al compás de los que pagan. Y no siempre, o casi nunca, los que pagan quieren construir futuro. Porque los que pagan se afanan en los plazos cortos. En el lucro más vulgar. Tanto en la derecha como en la izquierda. Muy cercanos a la mentalidad de los traficantes de drogas. Sin una visión de envejecer para ver sus frutos. Bien lo afirmó el hijo de Pablo Escobar Gaviria en una espléndida entrevista que le hizo en la radio Juan Carlos Sandoval: “No conozco narcotraficantes jubilados”. Y mucho de eso lo sufrimos en nuestro chato enfoque de los procesos en camino.
Vuelvo a la idea de los “notables”. La reserva moral. Aquellos que, sin ser perfectos, son mejores. Que pueden ser ejemplo. Que son aptos para guiar e inspirar. Estamos tan hechos a la sensación de “bomba de tiempo” que nada alcanza a movernos, o a conmovernos, para actuar en consecuencia. No puede exigírsele tal cosa a quienes viven las penurias y las angustias de este sistema putrefacto. Pero las élites y sus representantes más granados sí pueden y deben hacerlo. ¿Quién los reúne? ¿Cómo se logra la convocatoria? ¿A quiénes, a pesar de sus defectos, vamos a aceptar como los intachables del medio? Dar la cara por el país. Poner el pecho. Jugársela por un ideal. Ya sé que son frases hechas. Ya sé que son palabras manidas y resobadas. Pero no podremos aguantar mucho tiempo más sin que los héroes se decidan a serlo. Es hora de mover montañas con fe y no solamente con dinero. Nos urgen héroes de carne, hueso y alma. ¿Quién propone los primeros tres nombres?